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La chufa saca pecho en la agricultura valenciana

Este tubérculo bate el récord de precio por kilo y recupera la superficie de cultivo que tenía antes de la crisis

La horchata ha permanecido en un discreto segundo lugar mediático, pero se ha consolidado como bebida de moda. Y las perspectivas son cada año mejores: en 2017 batirá el récord histórico de precio en euros con 70 céntimos el kilo de chufa y se estima una producción de unos 8 millones de kilos.

La comarca de l’Horta Nord, en Valencia, es el único lugar de España (y de Europa) donde se cultiva. ¿Por qué no se planta en más sitios? “Toda la infraestructura está aquí: las máquinas, las lavadoras, las secadoras…”, señalan en el Consejo Regulador de la Denominación de Origen (CRDO) ‘Chufa de Valencia’, además de unas condiciones climáticas y de suelo especiales. Aseguran que se ha intentado a modo experimental en otras zonas como Cullera o el Delta de l’Ebre, pero sin éxito, logrando un tubérculo muy pequeño o de poca calidad.

La tierra y el clima tienen algo especial en la privilegiada huerta que rodea el ‘cap i casal’, que pese a ello, ha sufrido durante décadas la presión urbanística (un estudio revelaba que la Huerta ha perdido el 64% de su superficie en los últimos 50 años). La crisis alejó el interés especulativo, pero sacó a la luz el problema de raíz: la huerta, para seguir siendo huerta, necesita agricultores; y los agricultores necesitan poder vivir de su trabajo para seguir cultivando. Lógico y coherente. En este contexto, ahora uno de los salvavidas de muchas familias son precisamente esos pequeños tubérculos, las chufas, que van copando cada vez más anegadas de l’Horta.

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Según apuntan desde el CRDO, los agricultores se rigen por “lo que da dinero”, y por eso muchos han revertido terrenos de naranjos en huerta, y de estos, cada vez son más los que apuestan por el cultivo de la chufa, que no dudan en afirmar que es un “elemento clave en el mantenimiento de l’Horta”. Y la Huerta, en mayúsculas, es a día de hoy mucho más que un espacio de trabajo. Tiene un elevado interés paisajístico y social: por ella pasean muchísimas personas a diario, salen a correr o pedalean en bicicleta. Pero sin agricultores, no habrá Huerta.

Al contrario que a los cítricos o al caqui, que han culminado una campaña pésima en parte por el fuerte temporal que asoló el País Valencià en noviembre y diciembre de 2016, la chufa ‘ni se ha despeinado’. Desde el Consejo Regulador explican que la chufa “no sufre” por las lluvias abundantes, ya que “se crían bajo tierra, en terrenos arenosos” que “no retienen el agua”.

El único inconveniente que ha ocasionado el fuerte temporal en el tubérculo es el “retraso la campaña”: la recolección se ha iniciado dos meses después de lo habitual, motivo por el cual apuntan que la actividad ahora mismo en la huerta valenciana “está siendo frenética”. La chufa no se puede cosechar con el terreno embarrado porque dificulta la labor de separación de la tierra y, para mantener la calidad del suelo para futuros cultivos, es aconsejable extraer el mínimo.

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