Los diálogos de Timo y Teo: de la Educación

Pedro Hermosilla

Viñeta de Luis García del Real

¿Cuántos señores que se llamen Timoteo pueden respirar en este país?, ¿seis?, ¿siete?, ¿veintitrés? Bien, pues dos de ellos coinciden todas las mañanas al abrigo de un par de carajillos en el “Café de Nicanor”. Los parroquianos de la “Santísima Cofradía del Carajillo Mañanero” a uno lo llaman Timo y a otro Teo para diferenciarlos. Aunque llamarlos, lo que se dice llamarlos, los llaman poco, pues ellos siempre están enredados en discusiones y , mientras estas duran, que es caso siempre, no atienden a nadie, ni siquiera se atienden el uno al otro y a veces tengo dudas de que se atiendan a sí mismos.

Timo: Otra vez, otra vez están reunidos los mandamases para sacarse de la manga otra ley de educación. Digo de la manga porque todavía no me he aplicado el primero de mis carajillos y “la coñac” no se me ha subido todavía a la cabeza, sino diría impepinablemente del trasero, llámese culo.

Teo: No me fastidies, si es lo que les ha pedido la gente todos estos años atrás: que se junten, que discutan una ley que dure algo más que un brasero de papeles y que por fin nuestros chavales tengan un plan de estudios equilibrado y, sobre todo, útil. Nunca estáis contentos con nada los que siempre vais a la contra. Cenizos, contreras, malajes…

Timo: ¡Y un carajo! Nunca vas a escarmentar, Teo. Busca en los periódicos (señalando la montonera de papel afincada en una esquina de la barra) y me dices cuanto han hablado esta gente de matemáticas, de ciencia, de literatura, de humanismo, de planes de estudio, de qué hacer con los muflones que obligatoriamente tienen que estar, sin querer, hasta los 16 ( o 18) en un sitio donde no quieren estar y que su principal ocupación es estar aparcados ahí no dejando que los demás aprendan y cuyo divertimento es insultar al profesor y amedrentar a sus compañeros. Mucho bullying, mucho bullying, pero poco menos que obligan a los colegios a retener a esos chicos porque no saben qué hacer con ellos. Te repito: ¡Un carajo!.

Teo: Claro , claro…ya salió el retrógrado. Y qué haces con ellos: ¿Los tienes en las calles vagando de arriba abajo? ¿Los metes en el reformatorio porque no quieren estudiar?…

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Timo: Ahí le has dado, gorrión. ¡NO QUIEREN ESTUDIAR!¡ NO DEJAN ESTUDIAR A LOS DEMÁS! Nadie ha pensado en que esas criaturas pueden que fueran felices y se sintieran realizadas con un sistema de “tutelaje”, “aprendizaje”, o llámalo como te dé la gana, que les permitiera incorporarse al mercado laboral dignamente aprendiendo un oficio, lo cual es tan digno como la mejor de las carreras universitarias. No tienen que estar encerrados en un sitio que odian perdiendo un tiempo precioso y haciéndoselo perder a los demás.

Teo: Claro, claro…(es su muletilla preferida). Le quitas el marrón a las escuelas y se lo echas a las empresas. Muy agudo…

Timo: Eres tonto desde los pies hasta el cogote. ¿Crees que un panadero, un carpintero, un mecánico, una peluquera…un lo que sea, rechazaría tener un aprendiz que le ayude y que el pastón que cuesta un puesto escolar al año se invirtiera en la formación real y el aprendizaje de un oficio de estos chavales o mozalbetas? ¿No saldría todo el mundo ganando y ellos los primeros? ¿Sabes el ambiente que se respiraría en las aulas?¿ Sabes el sufrimiento que se ahorrarían los padres de unos (los que se dediquen de verdad a estudiar y no a molestar) y de los otros (los que ven a sus hijos perder el tiempo fracasando una y otra vez, viendo a sus hijos contentos y satisfechos por hacer algo provechoso y que les puede asegurar un futuro, que hoy se les presenta más oscuro que el sobaco de un grillo)?

Teo: Eres un iluso.

Timo: Y tú un capullo.

-Nicanor, otro par de carajillos que pago yo.

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