Cuando lo bueno no es lo malo, sino lo peor

Antonio Gil-Terrón 

Desde una perspectiva simplista podemos afirmar que somos libres para renunciar a lo bueno, pero no a lo malo. ¿Por qué? ¿Dónde queda el libre albedrío?

Somos libres de renunciar a la riqueza cuando la poseemos, pero no lo somos para renunciar a la pobreza. ¿Por qué?

¿Acaso eso del “libre albedrío” tiene, al igual que los préstamos bancarios, unas condiciones escritas en letra pequeña?

¿Dónde queda el famoso libre albedrío con el que Dios crea al hombre?

Hace más de un año que planteaba en un artículo estas mismas cuestiones. Entonces no encontré la respuesta. Hoy sí. Veamos.

Es que va y resulta que lo que entendemos por “lo bueno” poco tiene que ver con el Bien, al igual que todo lo que catalogamos como “malo”, tiene porque ver con el Mal.

Loading...

El Bien y lo qué es el Mal son conceptos inmutables no sujetos a cambios ni modas. Por el contrario, qué es bueno y qué es malo, es algo que se ha ido adaptando perversamente a lo considerado en cada momento como políticamente correcto.

Ni todo lo considerado como bueno es el Bien, ni todo lo considerado como malo es el Mal. Pondré un ejemplo: Todos los golpes que he recibido en esta vida (lo que entendemos por “malo”), me han servido para acercarme al Bien, al hacerme más humilde y sabio, haciéndome crecer como persona.

Por el contrario, las rachas de bonanza material (lo que entendemos por lo “bueno”), lo único que me han reportado es dosis de soberbia con el consiguiente distanciamiento de mi prójimo; o, lo que es lo mismo, de Dios.

Al final, somos libres de optar entre el Bien y el Mal, pero no lo somos para elegir entre lo bueno y lo malo, ya que éstos no son una opción a la carta, sino el fruto de lo que libremente sembramos en su momento. Y ese fruto no es un plato que se elige, sino que –simplemente- se saborea o se traga; sí o sí.

 

Be the first to comment on "Cuando lo bueno no es lo malo, sino lo peor"

Leave a comment

Your email address will not be published.