Dedicado a todos los corazones solitarios en estas navidades

Antonio Gil-Terrón

Y dijimos amén, amén, amén… pero siguió lloviendo un sembrado diluvio de sangre y oscuridad, en esta tierra de Caín condenada en el olvido.

Y gritamos sin fe tu nombre al cielo, desde la duda nacida de tantos anhelos incumplidos; por tantas palabras gastadas en aquellos lejanos rezos tan repetidos que un día fueron cantos de esperanza perdidos por el camino cual ecos baldíos.

Y por tus silencios dolidos caminamos bajo un frío Sol ausente y oscurecido, cuando secos de lágrimas por la desesperación vencidos, quisimos gritar por última vez tu nombre mientras nuestro último sueño, aún vivo, agonizaba por la soledad malherido, como esperando oír una voz que nos susurrara: “NO ESTÁS SOLO; ESTOY CONTIGO”.

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Y callamos nuestras plegarias, negándonos por primera vez a nosotros mismos… Callamos y al hacerlo descubrimos que en el dolor y la guerra, o desarmados frente a al enemigo, a lo largo de nuestra vida, nunca estuvimos perdidos.

Y el trueno volverá a sonar una y otra vez, como un lejano retumbar de tambores en honor por todos nuestros sueños caídos, pero en esos momentos, cuando las fuerzas flaqueen y postrados en suelo ya no nos queden quejas ni quejidos, es cuando por fin descubriremos que siempre estuviste a nuestro lado… y nosotros a tu mano cogidos.

 

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