¿Nos vamos de tertulia?

Pedro H. Pineda

No sé si habrás reparado, amigo, en las tertulias televisivas y de radio que hay en la actualidad. Creo recordar que las puso de moda la cadena de televisión “13TV”. El programa se denominaba -y se llama todavía, porque permanece en antena- “El gato al agua”. El formato no podía ser más simple: Un presentador-moderador y unos invitados, que ocupaban una mesa semicircular. El presentador exponía el tema a debatir y los contertulios debían seguir el guión establecido, debiendo tomar la palabra cuando éste se la concediera, siendo en todo momento el moderador de la tertulia. Casi en su totalidad, los temas se referían a la política actual y un poco a las noticias más candentes del momento. El programa tuvo su éxito y, como suele suceder, la mayoría de las cadenas se copiaron el formato, y, ¡ale!, a hacerse la competencia.

Tanta importancia han tenido estas tertulias que bien merecerían de un estudio sociológico. Nosotros no pretendemos tanto, ¿verdad, amigo? Pero sí el realizar un análisis, aunque sea somero, de la importancia que tienen para las distintas “fuerzas sociales” la asistencia y seguimiento de las tertulias del momento, especialmente las que se dedican a los temas políticos. No hay que perder de vista que la mayoría de los actuales fueron principales protagonistas de las mismas. Léase: Cristina Cifuentes, Tania Sánchez, Albert Rivera, Antonio Miguel Carmona, Pedro Sánchez, Javier Nart, García Albiol o Pablo Iglesias, el cual ha llegado a afirmar que el debate político ya no está en el Parlamento sino en las distintas cadenas de televisión. (Ha debido cambiar de opinión el muy “joio” porque ahora está más en el Parlamento, aunque no deja de asomarse a las televisiones, siempre que puede y se lo permiten)

Bueno, al grano, que nos vamos a comer el espacio con los prolegómenos.

Lo cierto es que los “políticos” se dieron cuenta de varias cosas:

-Las tertulias son un magnífico medio de influencia en los ciudadanos.

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-Por un lado, pueden exponer sus ideas, que llegarán así a gran número de personas.

-Por otro, tener la posibilidad de rebatir las ideas del rival político, Y hasta, con un poco de “mala uva”, no dejar que exponga las suyas, interrumpiendo las veces que haga falta para conseguirlo, extremo que le será permitido si la tertulia es presentada por una cadena afín, o será cortado por el conductor del programa, si le es adversa.

-Las cadenas que organizan estas tertulias tienen su signo político, no nos vamos a engañar, lo que condiciona el temario a debatir. Si queremos oír poner verde al gobierno, pondremos tal o cual cadena. Si queremos escuchar cómo le zurran a la oposición, pondremos a las cadenas pro-gubernamentales.

-Tanto en unas como en otras no es que se debatan temas, sino que los temas a tratar se convierten en verdaderas batallas verbales para ver quién “se lleva el gato al agua”, o sea, quien gana más puntos para su causa, para su partido, para sus ideas… Y lo que debiera ser un ameno programa de debate está terminando por convertirse en una pelea callejera.

Con lo cual, querido amigo, cambio de canal y me voy a ver una película de “gallinitas”, como me suele recomendar mi parienta.

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