Cuando ya no quedan lágrimas

Antonio Gil-Terrón

A veces, cuando la vida te golpea sin parar, la única salida decorosa es la de reírte de ti mismo; o que es lo mismo, burlarte de la vida que te machaca.

Una pobre venganza que no va a ninguna parte, ni a nadie importa, pero que levanta del suelo la dignidad pisoteada, mientras nuestro rostro bañado con lágrimas de rabia, sonríe al destino que le zarandea, que le empuja, que le arrastra; que le da vida y se la arrebata, y que cuando piensas que ya has tocado fondo, aún grita: ¡Arrodíllate en el suelo y excava!

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Y tú ríes, mientras -con el puño cerrado y un dedo levantado- despectivamente te alejas dándole la espalda.

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