Se acabaron los deberes

Pedro H. Pineda

Se acabó. Sí amigo. Se acabó el escribir más sobre los deberes escolares. Porque si no, esto se va a parecer a una de esas telenovelas que ponen a la hora de la siesta y se nos hacen eternas. Vamos a concluir. Para mí, ya se intuía, deberes NO. Pero…

-¿Cómo que pero? ¿No has dicho que se acabaron los deberes? ¿O es que hay algo más?

-Hay algo más, sí querido amigo. Yo estoy en contra de los deberes tal y como están establecidos en la mayoría de los centros educativos. Ya se ha dicho en los artículos anteriores. Pero hay una serie de consideraciones que hay que poner sobre la mesa, y con éstas quedará zanjada -por el momento- la cuestión. Veamos.

– El núcleo central de la educación, o formación, o instrucción de los alumnos debe centrarse en la relación profesor-alumno, y viceversa. Es decir, el profesor debe conocer a fondo a sus alumnos y estos deben confiar en que su profesor les va a guiar por el camino correcto.

-Fruto de este conocimiento y de la confianza del alumno, saldrán a flote las distintas estrategias que se deberán llevar a cabo en el proceso educativo. El profesor en la clase será el motor que desarrollará en todos y cada uno de los alumnos los objetivos propuestos, observando y controlando en todo momento si los conocimientos adquiridos por el alumnado se han conseguido en la medida correcta. Y aplicará las debidas correcciones en aquellos alumnos que no hayan captado sus enseñanzas o bien que, por sus especiales características, no hayan alcanzado los objetivos, mediante ejercicios de aplicación dirigidos a corregir esas lagunas observadas. En determinados casos puede encargar a algún alumno en particular la elaboración de pruebas que podrán ser realizadas en casa. Este mismo procedimiento se aplicará a los alumnos más adelantados, con ejercicios de ampliación.

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– La hora que cada profesor dedica a un determinado tema debe ser suficiente para que todos y cada uno de sus alumnos adquieran los conocimientos propuestos. Los ejercicios deben cumplir su misión, que es la de afianzar los objetivos, bien ampliando, bien aplicando en las deficiencias observadas, pero nunca de manera general y los mismos ejercicios para todos.

– Un profesor, en cierto modo, debe parecerse a un médico. Cuando a una consulta le llega una persona para ser examinada, el médico puede considerarlo sano -como un alumno que ha entendido la lección- y le mandará a casa sin recetarle nada. Si acaso, algunas vitaminas -ejercicios de ampliación-. En el caso de observar alguna anormalidad, el médico recetará los fármacos correspondientes – ejercicios de recuperación- para sanar su enfermedad.

-¿Y los padres? Hoy día tenemos la suerte de contar con las llamadas “redes sociales”. Ya algunos profesores forman un grupo de WhatsApp con los padres de sus alumnos, manteniéndoles en todo momento informados de la marcha de la clase. También cuando se tiene que comunicar algo de un alumno en particular. Los padres, pues, se sienten integrados en la clase, como una parte más de su engranaje.

– Me dirás, querido amigo, ¿y que hago yo con mis hijos toda la tarde en casa? Bueno, yo no te he dicho que no tengan trabajo. Puede que sí -ampliación o recuperación- o puede que no, y entonces tienes que ayudar a tu hijo a saber utilizar su tiempo libre. Una buena medida es la de marcarle un horario para dedicarlo a sus tareas escolares. Un par de horas -depende de la edad del niño, consulta con su tutor- para sus trabajos, y si no los tiene, para repasar los temas que se vayan explicando en clase. El resto del tiempo es para él. Que lo utilice para sus juegos o sus aficiones favoritas, ver la tele, etc. ¡Que son niños, che!

Como dirían los inolvidables maestros del humos Tip y Coll: “¡Mañana hablaremos del Gobierno!”

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