Los deberes (II)

Pedro H. Pineda

Está claro que, leído mi artículo anterior, no soy yo muy partidario de los deberes escolares. Intentaré dejar clara mi postura por si puede servir para algo. En primer lugar, hay que sentar una serie de ideas previas:

– En la actualidad, la “ratio” de una clase no suele pasar de 25 alumnos. (En mis tiempos pasaba de los 40). En muchos colegios algunas clases suelen desdoblarse, con lo que el número de alumnos puede llegar a reducirse a la mitad.

– En dicho alumnado hay un porcentaje de niños de nivel bajo, medio y alto. Es casi imposibles que las clases sean homogéneas, aparte la consideración de que sean discriminativas.

– Cada clase suele tener más de un profesor, en Primaria (Educación Física, Religión, Idiomas…) y en Secundaria muchos más. (Uno por cada especialidad, aunque algún profesor pueda encargarse de más de una)

– Cada profesor que entra en una clase, pone sus deberes, lo que puede suponer que si un día entran 5 profesores distintos, los alumnos pueden perfectamente llevarse para casa unos 20 o 30 ejercicios -o trabajos- para realizar al término de su jornada, en dónde se supone que el alumno debe tener un tiempo de descanso, asueto y divertimento, tanto más, cuanto más joven sea.

– Estos deberes deben ser revisados por el profesor al día siguiente, -o cuando toque-, con lo que habrá que dedicar un buen espacio de tiempo a corregir los deberes, con lo que parte de la clase de este día se habrá consumido en esta tarea. O sea, que los deberes se “comen” el descanso del niño en casa y parte de la clase en la que se revisan los deberes.

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– Se suelen ordenar los mismos deberes para toda la clase, sin tener en cuenta las diferencias y capacidades de los alumnos. Lo que para los más aptos o dotados va a suponer un “coser y cantar”, para los menos será una muralla difícil de superar y entonces recurrirán a los padres y si éstos no pueden o no están preparados, provocarán su angustia para resolver el problema.

– En definitiva, los deberes que se encargan al alumnado con carácter general, sin distinción de grado o capacidad del alumno, traen como consecuencia que los niños realicen los mismos con desgana y sin poner la debida atención, hecho que se agrava si el profesor sólo se centra en comprobar si se han realizado y no en la eficacia de los mismos.

Este sería, a groso modo, mi querido amigo, el análisis del problema. Pero antes de darte la solución que yo propondría y que estaría de acuerdo con un numeroso grupo de educadores, referiré las ventajas que ven los que defienden los deberes. También a rasgos generales, sería éstas:

– Aumento del aprendizaje en el tiempo libre, mayor compresión de la materia, fijación de los conocimientos, mejor actitud hacia el colegio, mejores hábitos de estudio, etc.

– Para los padres, mayor aprecio y participación en la educación de sus hijos. Mayor interés por su progreso académico. Fomentan la conexión entre el hogar y la escuela.

Como he dicho al principio, no soy partidario de los deberes, pero sí de buscar una solución al respecto. Los deberes surgieron para remediar una serie de problemas en el ámbito escolar, tales como: eficacia y retención de los conocimientos, apoyo para conseguir las metas educativas, solucionar el problema de las diferencias de nivel entre el alumnado, remediar lagunas entre los mismos, favorecer el vínculo de la escuela con el hogar, y algunas más que nos alargarían en exceso la reducida extensión de estos artículos.

Si te parece, querido amigo, dejamos la “traca final” para la siguiente entrada. Un abrazo.

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