Los deberes (I)

Pedro H. Pineda

 

Acabo de leer en Informa Valencia que Educación -en Valencia- organiza una jornada de reflexión sobre los deberes escolares. Aprovechando el clamor mediático del momento, parece ser que esta Consejería quiere poner el dedo en la llaga y convoca a todos los estamentos relacionados con la Educación para tratar de solucionar el problema. “En el encuentro para reflexionar sobre los deberes participa el formador y asesor Enric Queralt, con la ponencia ‘Deures? Oportunitat o malson’.” (Deberes, ¿oportunidad o pesadilla?) “La jornada se completa con las aportaciones de diferentes experiencias de centros educativos valencianos y un foro de debate con representantes de padres y madres, así como de la Asociación de Directores de Primaria y la Permanente de Secundaria.” Bien, veremos lo que se dice y se concreta el 26 de noviembre en el Auditorio del Conservatorio Superior de Música, de Valencia.

Pero yo a lo que voy, querido amigo y paciente lector de mis escritos, es a que, de una vez por todas, hay que resolver este problema que, para mí, es de vital importancia en la educación de nuestra infancia y juventud. Y quiero darte mi opinión, que creo puede ser digna a tener en cuenta “por quién corresponda”, en aras de mis siguientes “credenciales” ´, con el riesgo de que alguna de ellas me la tildes de “perogrullada”:

– He sido niño y en toda mi escolaridad primaria no recuerdo haber tenido ni un solo deber para casa. Al terminar el colegio, los niños jugábamos hasta el anochecer, en la calle. A esta hora, a casita, la cena, acostarse tempranito, -que no había tele-, para madrugar e ir de nuevo a la escuela, en dónde, en cada clase sólo pasaba un maestro, que se hacía cargo de todas las asignaturas, habidas y por haber.

– He sido joven y pude cursar el Bachiller Elemental en mi propio pueblo, en la modalidad de libre, porque oficial sólo lo podían costear los adinerados. Asistí a una academia, regentada por los mismos maestros que impartían la primaria -no existía otra- y “nuestros deberes” eran estudiar las lecciones que tocaban y hacer los ejercicios correspondientes. Había que madrugar, y en tu propia casa, estudiabas y realizabas el trabajo que se te había encomendado. A las cinco de la tarde, a la academia, en dónde los maestros nos “tomaban” las lecciones y repasaban los ejercicios correspondientes. Explicaban para el día siguiente y otra vez a empezar.

– Terminé el Bachiller y, después de la reglamentaria reválida, me inscribí en la Escuela de Magisterio para, también por enseñanza libre, iniciar los estudios para ser maestro- que así se llamaba entonces a los profesores-. Ni que decir tiene que los deberes seguían siendo nuestro trabajo diario y personal del que había que rendir cuentas en la academia.

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– Fui militar, o sea, hice la mili. Y aquí sí que existía un deber sagrado y primordial: el de servir a la Patria. La cumplí con dignidad, aunque tuviera que realizarla en África; y, al volver, a preparar las Oposiciones a Magisterio. Las “saqué” a la primera -perdón por la inmodestia- y, ¡ale! a trabajar en la Enseñanza!

– He sido Maestro, o sea, como se dice ahora, profesor de EGB, durante casi cuarenta años, sin contar los que, de manera particular también se podrían añadir. Por mis manos han pasado decenas de generaciones, he conocido a miles de padres, con los que, modestamente, he procurado tener siempre una estrecha colaboración en la formación de sus hijos. He dado Cursillos de Educación, charlas formativas, ponencias en reuniones de profesores, he tratado de completar mi formación a través de estudios oficiales a través de la Educación a Distancia…

– He sido padre. Y padre y profesor de mis hijos. Y como padre, he tenido que “ayudar” a hacer los deberes a mis hijos. Y me daba una rabia tremenda que los “angelicos” tuvieran que estar hasta altas horas de la noche tratando de cumplir con la brutal normativa de “los deberes”. Para mí, no dejaba ser una tarea fácil, pero pensaba en los muchos padres que no tenían, por la razón que fuese, la preparación o disposición necesaria para ayudar a sus niños. Algunas veces se me comentaba: “Oiga, ¿ustedes ponen los deberes para los niños o para sus padres?”

– He sido abuelo -lo soy todavía- y mis nietos tienen esta mi casa como una Consultoría Educativa. Aún tengo que explicar -a mi septuagenaria edad- complicados problemas de Matemáticas, reacciones químicas, y mil zarandajas más en los deberes -que no cesan-, de mis ya “barbilampiños nietos”
– He sido… y no sigo porque me parece que me he extendido demasiado en los prolegómenos…, paciente amigo.

¿Tengo o no tengo autoridad para dar mi opinión sobre “Los deberes?

Será en otra entrada, porque si no, ¡menudo deber te he impuesto, amigo, con la lectura de mi carta de hoy!

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