Antonio Gil-Terrón
La pueril visión, física y materialista, que del Infierno se ha ido transmitiendo de generación en generación hasta nuestros días, no es más que un salpimentado refrito sacado de la mitología griega y romana; todo bien mezcladito. Y hablo de pueril visión -física y materialista- del Infierno, porque de espiritual no tiene nada.
Supongo que ello ha sido debido a que a la mayoría siempre le ha aterrorizado más el castigo físico que el dolor espiritual, entre otras cosas porque eso del “dolor espiritual”, que es más difícil de explicar y comprender, asusta menos.
Así es como finalmente el cristiano Occidente se apropió de la escenografía infernal pagana, como medio idóneo para aterrorizar a la feligresía más díscola.
Personalmente no me planteo el Infierno como una cárcel de almas, sino como almas convertidas en cárcel.
Una cárcel en soledad, donde no se duerme, ni se habla; donde se permanece encerrado dentro de un pensamiento sin sueños ni esperanza; sin mañana. Y lo peor de todo, una cárcel donde el suicidio no es una opción.
Una cárcel sin rejas, ni muros; sin alambradas; tan solo un fétido halo de oscuridad que te envuelve y encierra en una vacía y maldita soledad forzada.
En esta vida creo que el que más o el que menos ha sentido en algún momento el infierno en vida. No hay hambre, ni sed ni sueño; tan solo una sensación de vacío estéril que te hace desear no haber existido.
Estás a solas con tu pensamiento; con ese demonio llamado mente que te tortura sin descanso ni misericordia; sin parar ni cuando duermes, y que cuando despiertas e intentas pensar que todo ha sido una pesadilla, te das cuenta de que no. Y vuelta a empezar.
Y es que así como cuando el dolor físico es insoportable, te desmayas y pierdes la consciencia, y con ella el dolor físico, en el dolor espiritual no hay desmayo ni piedad que valga.
Pensemos en lo mal que se pasa en esos momentos e imaginemos esa sensación continua y sin descanso, horas y horas, días y días; años y años; siglos y siglos; encerrado dentro de ti mismo, sin que nadie escuche tus lamentos. Tan solo tiempo de sobra para meditar, mientras te preguntas si este infierno que estás viviendo tendrá algún día fin, o es para toda la Eternidad.
Entienden ahora por qué ayer escribí que el Infierno en realidad es bastante peor de lo que nos han contado.
¿El infierno de Dante? ¡Un parque temático de Disney, si lo comparamos con el Infierno de verdad!
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