Impedir la libertad de expresión en la Universidad Autónoma de Madrid

Diego Fierro Rodríguez

 

Un desastroso evento se desarrolló el pasado día 19 de octubre. Iba a celebrarse una conferencia de Felipe González y de José Luis Cebrián en la facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, pero no llegó a comenzar. La causa es que unos sujetos encapuchados y altamente conflictivos, según la información divulgada, impidió el acceso al aula en la que iban a ejecutarse las exposiciones.

Lo ocurrido ha tenido una amplia repercusión. Principalmente, por los gritos con los que recibieron al que fue presidente del Gobierno, que imitaron aquella crítica contra el PSOE por tener, este partido, las manos manchadas con cal viva. Además, es cierto que, al día siguiente, acudió a la misma facultad Manuela Carmena, que fue recibida por agradables adjetivos de los asistentes, sin que se pudieran escuchar insultos contra la alcaldesa.

Con independencia de los gustos de cada uno, Felipe González y José Luis Cebrián deberían haber sido recibidos de una manera respetuosa. La razón es que no procedía un escarnio público contra dos personas con las que hay que discutir por sus errores sin utilizar la intimidación o la violencia.

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Miembros de Unidos Podemos y de formaciones ideológicamente próximas ya han mostrado su acuerdo con los manifestantes y con la libertad de expresión. Parecen ignorar que no debe permitirse que aquellos actos, aunque sean realizados en el ejercicio de un derecho, puedan impedir que otros ejecuten las facultades propias de ese mismo derecho. Esa es la razón por la que el artículo 7 del Código Civil que los derechos deberán ejercitarse conforme a las reglas de la buena fe y que la ley no ampara el abuso de derecho.

Es verdaderamente llamativo que partidos políticos cuyos dirigentes son, en muchos casos, profesores de universidades públicas o personas vinculadas a ellas, defiendan la posibilidad de que no se permitan el debate y la manifestación libre de opiniones contrarias en una facultad, que tiene por objeto, para cada rama, la creación y transmisión del conocimiento como eje de la actividad académica.

Debe tenerse presente, en relación con este tema, la importancia de un dato. Aquella idea que pretende imponerse por la fuerza es lo suficientemente débil como para que resulte imposible imponerla por las palabras.

No debe consentirse que se manipule la democracia para favorecer a determinados partidos políticos o para impedir que ciertos dirigentes puedan sufrir su pérdida de influencia. Tampoco resulta admisible que se cambien las reglas del juego cada vez que las mismas no benefician a aquellos agentes de la política que tienen la importancia suficiente como para alterar el funcionamiento aplicado del sistema.

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