Hallow…¿qué?

Pedro H. Pineda

Halloween, querido amigo, es una fiesta de origen pagano que se celebra la noche del 31 de octubre, víspera del Día de Todos los Santos, y que tiene sus raíces en el antiguo festival celta conocido como Samhain (pronunciado «sow-in»), que significa «fin del verano» y se celebraba al finalizar de la temporada de cosechas en Irlanda para dar comienzo al «año nuevo celta», coincidiendo con el solsticio de otoño.

Durante esa noche se creía que los espíritus de los difuntos caminaban entre los vivos, y se realizaban fiestas y ritos sagrados que incluían la comunicación con los muertos. Además, era habitual colocar una vela encendida en las ventanas para que los muertos «encontrasen su camino».

En cierto modo no deja de ser una creencia en el “más allá”, por más que los “organizadores” de este moderno ritual de “Halloween” se empeñen en darle un carácter profano, incluso antirreligioso, degeneración de la que no tienen culpa los antiguos celtas, que hay que ver que bien ser portaban, poniendo luces para que sus antepasados difuntos no tropezasen por el camino.

Nosotros, los que también creemos en que nuestros antepasados difuntos andan por ahí, en algún lugar más o menos confortable, según haya sido su comportamiento en la vida, también tenemos nuestras costumbres y tradiciones que, seguramente, la “modernidad” considera trasnochadas.

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O sea, nosotros, celebramos el 1 de Noviembre el “Día de Todos los Santos”, algo así como titulaba aquella película “To er mundo é güeno”, porque yo soy de los que creen que Dios, que antes que ninguna otra cosa es Padre, no va a dejar que ningún hijo suyo se “chicharre” en un infierno, que de seguro que antes de su muerte encontrará una excusa para “salvarle de la quema”. Y lo tendrá feliz en su gloria, más arriba o más abajo, que para esto hasta Dios hace distinciones.

O sea, que nos acordamos de todos los santos, de todas las personas que nos han precedido en el destino final de todo ser humano. Y el día 2, lo dedicamos al recuerdo de nuestros seres queridos más allegados, o sea, de aquellos que ya en sus funerales, todo el mundo decía: “que bueno era el señor Pepe, un santo, lo que yo te diga, más bueno que el pan”.

O sea, -muchos “o sea” van ya, perdón, sr. Director- que sin necesidad de ningún proceso de beatificación, los nuestros ya nos largan directamente al Cielo. Y limpiamos sus tumbas y rezamos ante ellas, más que nada por si “el Jefe” nos tiene retenidos en la ITV del Purgatorio; para que nos libre también de esa pena, ea.

O sea -otro más- que a mí, esto del “Hallow—¿Qué?” me la trae al pairo.

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