Antonio Gil-Terrón
El otro día un descreído, de esos que tan solo cree en aquello que puede manosear, me quiso arrinconar coloquialmente:
– Antonio, si no tuvieses la fe que tienes y tan solo te guiases por la inteligencia y la razón, si tuvieses que apostar sobre la existencia o no de Dios y la supervivencia del espíritu tras la muerte física del cuerpo, ¿no cambiarías de opinión?
– Pues no. Obviamente seguiría apostando por la existencia de Dios y la supervivencia del espíritu sobre la mortal materia, ya que así me lo indica mi inteligencia y la razón, en base a la observación y reflexión de las experiencias personales que he ido teniendo a lo largo de esta vida.
Con el rostro contrariado, me replicó:
– Y si no hubieses tenido ninguna “experiencia” sobre Dios y el Más Allá, ¿seguirías apostando por lo mismo?
– Pues sí; exactamente por lo mismo: Dios existe y el Más Allá también.
– ¿Y eso…? No parece muy inteligente por tu parte…
Cansado ya de darle vueltas al plato, le solté con una sonrisa en la mirada:
– Mira, dicen que el que ríe el último, ríe mejor y con más ganas. Pues bien, tú afirmas que tras la muerte no hay nada, mientras que yo afirmo que sí. En base a la razón pura te digo que si mañana morimos, yo tengo el 50% de posibilidades de reírme de ti; mientras que tú, en ningún caso, podrás reírte de mí. ¡Nunca!
¿Apostamos…? ¡Piénsalo!
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