Entretenimiento

Hallowen: el mundo de la muerte para los celtas

Los celtas celebraban el último día de octubre como el final de la temporada del buen tiempo y de la luz y el comienzo de los meses de oscuridad

Adela Ferrer / Astróloga

Los muertos y los celtas, de cráneos iluminados a calabazas huecas. Celebraban el último día de octubre el final de la temporada del buen tiempo y de la luz y el comienzo de los meses de oscuridad, un año nuevo, Samain.

Esa noche las puertas del tiempo y del espacio se abrían y el mundo de los espíritus podía mezclarse con el de los vivos. Para iluminar el camino de regreso de los muertos del clan, los druidas ponían carbón dentro de una calavera humana y hacían de ella una lámpara que indicaba el camino a los antepasados.

Algunos espíritus de otros clanes o que no tenían quien se acordase de ellos, buscaban cuerpos vivos para entrar en ellos y poder manifestarse; lógicamente ningún vivo deseaba ser poseído, de modo que la gente se ocultaba tras máscaras de animales o de monstruos y hacía todo tipo de ruidos para asustar a los espíritus buscadores de cuerpos.

Esa tradición permaneció a lo largo del tiempo y la norma del cristianismo y la costumbre hizo que la primitiva calavera sagrada del ritual se sustituyese por un nabo ahuecado con forma de cabeza humana y un carbón encendido dentro que se depositaba en la tumba de los seres queridos.

Loading...

Muchos años más tarde, los irlandeses, que conservaban esa costumbre pagana, la «disfrazaron cristianamente» mediante una divertida leyenda, la de Jack O’Lantern, es decir, “Jaime el de la linterna”.

Jaime era un personaje célebre, bromista y borrachín que, con la astucia y la gracia propia de su tierra, engañó al mismo diablo al hacerle encaramarse a un árbol; un vez que el demonio estaba arriba del árbol , Jaime hizo el dibujo de una cruz en el tronco de ese modo que el demonio ya no podía bajar.

Al final, el diablo y Jaime hicieron un trato: Jaime quitaría la señal de la cruz dejándole el paso abierto, pero el demonio jamás le abriría las puertas del infierno.

Y así sucedió: cuando Jack murió no tenía suficientes virtudes como para entrar en el cielo, pero el diablo tampoco pudo llevárselo al infierno, y para que no andase tropezando en la oscuridad dellimbo, le entregó una brasa del infierno que no se apagaba nunca.

A Jaime se le ocurrió construirse un farol utilizando un nabo como recipiente en el que introducir la brasa y aún anda con ella como alma en pena, en un lugar sin nombre pues no puede descansar en el cielo ni entrar el infierno.

Los irlandeses que emigraron a mediados del siglo XIX a los Estados Unidos sustituyeron los nabos por calabazas para crear estos característicos farolillos que, en la noche de difuntos, colocaban en las ventanas, ya que las tumbas de sus antepasados quedaban al otro lado del océano.

Agregar comentario

Haga clic aquí para publicar un comentario

Campo de Golf El Castillejo, Alcalá de la Selva