Susana Gisbert
Viernes pasado por la tarde. La pregunta empieza a correr entre chats y grupos varios como un reguero de pólvora. ¿Te funciona twitter? Respuestas diversas. Había a quien le funcionaba a ratos y a quien se le había declarado en huelga total, pasando por todo tipo de variantes. A quien le llegaban las notificaciones pero no podía abrir los enlaces, a quien no se le descargaban las fotos, a quien se le quedaba la desesperante rueda dando vueltecitas en espera… A mí hubo un rato que me funcionaba en el ordenador pero no en móvil ni en la tableta. Y tantas posibilidades como imaginarse pueda.
En apenas un rato saltaban las alarmas. Un ciberataque masivo –o dos- habían silenciado al pajarito azul, y a varias redes sociales más. Algo de magnitudes cósmicas, que hace pensar lo desnudos que estamos y lo inseguro que este mundo de teclas que a veces parece tan confortable como estar en el sofá de casa con mantita y zapatillas de felpa.
Según parece, el agujero por el que entraron en la jaula de nuestro querido pajarito tuvo que ver con el llamado “internet de las cosas”, algo que a las cibertarugas como yo nos pone los pelos como escarpias. Eso de pensar en una lavadora que me eche la bronca por meter un calcetín rojo entre la ropa blanca, por más que le haga un favor al payaso de Micolor, me sigue dando vértigo. Tal vez si la señora del futuro nos hubiera traído algo así en vez de un botella de lejía, estaríamos mejor preparados. Pero parece que al responsable del anuncio no se le pasó por la cabeza semejante cosa, que ya se sabe que el mejor avance para la humanidad es conseguir un blanco resplandeciente en nuestra ropa.
No obstante, no entraré en causas tecnológicas ni en consecuencias en la seguridad mundial, que para eso ya hay personas con formación y sesudos analistas. Yo me quedó más en lo de andar por casa, que una no tiene pretensiones. Y es que en cuanto vi que el pajarito no batía las alas, me entró el pánico. Y no más habían pasado unos minutos, el síndrome de abstinencia. Auténtico mono tuitero.
Alguien pensará que estoy chalada, que soy una adicta o que exagero. Y puede ser, desde luego. Y tal vez una visita al frenopático me vaya haciendo falta, pero así es. Perder de pronto el hilo que me une a muchas personas me causó un sudor frío. Tal vez más que la posibilidad de difundir ideas o compartir opiniones e incluso la de reivindicar, con todo el material para ello que nos dan día a día.
Pero, una vez restablecido el sistema, y curadas las alas del ave azul, me redimo a mí misma. Tuve mono, sí. Pero fundamentalmente del contacto humano, aunque venga a través de las pantallas del móvil.
Como comentaba una buena amiga, me causaba zozobra no poderme asomar a ese ventanita del patio de vecinos más grande del mundo y poder hablar con mis congéneres, o despotricar, llegado el caso. Y a ver quien me tose por eso, con pantalla o sin ella.
Así que, señores ciberatacantes, no quiten el alpiste al pajarito. Que en el frenopático no va a haber plazas suficientes. Y tampoco es tan malo estar enganchada a las personas. ¿O no?
@gisb_sus
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