Se cumplen 59 años de la riada que causó 81 muertos en Valencia

Durante la tarde del domingo 13 de octubre de 1957, las lluvias que habían comenzado a caer en la provincia de Valencia dos días antes, se intensificaron de manera estremecedora

El riesgo inminente de desbordamiento del río Turia, que entonces atravesaba la ciudad de Valencia, provocó que, a las 23 horas, guardias y vigilantes dieran la voz de alarma para alertar a la población. Poco después de la medianoche, el caudal del río taponó los ojos de los cinco puentes de la ciudad (que resistirían el envite), el Turia desbordó los pretiles y el agua comenzó a inundar las calles, justo en el momento en que nuevamente empezó a llover con furia.

Las dos grandes oleadas -registradas a las 4 de la madrugada y a las 14.30 horas- provocaron al menos 81 muertos y cuantiosísimas pérdidas materiales. No en vano, si bien la Valencia romana (Plaza de la Reina, Plaza de la Virgen, etc.) quedó intacta, el agua alcanzó importantes alturas en otras zonas de la ciudad, que oscilaron entre los 40 centímetros de la Avenida Reino de Valencia y los más de 5 metros de la calle Doctor Olóriz, pasando por los 2,25 metros de la Plaza de Tetuán y la calle Sagunto, los 2,70 metros de Pintor Sorolla, o los 3,20 metros en los jardines del Parterre.

Análisis hidrológico y sedimentológico del suceso

Con el fin de analizar en mayor profundidad la riada del 57 en Valencia, un equipo de investigadores del Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universitat Politècnica de València (IIAMA-UPV) ha llevado a cabo un exhaustivo trabajo cuyos resultados publicará el próximo número de la revista Ingeniería del Agua.

La principal innovación del estudio, realizado por Cristina Puertes como proyecto final de carrera y coordinado por el director del IIAMA-UPV, Félix Francés, es el análisis hidrológico y sedimentológico del suceso, algo que no se había llevado a cabo hasta la fecha.

Cristina Puertes, UPV

Cristina Puertes, UPV

Para ello, Puertes ha llevado a cabo un estudio detallado de la reconstrucción del hidrograma de la crecida realizado por Cánovas en 1958 a partir de los niveles observados en el Puente del Real.

Así mismo, también ha analizado la información proporcionada por los encargados de las centrales hidroeléctricas que, al encontrarse de servicio y ser sorprendidos por la riada, «se convirtieron en testigos, obteniendo los niveles alcanzados por las dos ondas de crecida en algunos puntos de la cuenca».

Como resultado de este estudio, que ha incluido la modelación de la erosión, el transporte y la deposición de los sedimentos de la cuenca, Puertes ha constatado que el hidrograma es coherente con las lluvias registradas, pese a las serias dudas previamente existentes sobre su fiabilidad.

Empleo del software TETIS, desarrollado por el GIMHA

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Para llevar a cabo su análisis, como modelo hidrológico y del ciclo de sedimentos, Puertes empleó el software TETIS, desarrollado por el Grupo de Investigación de Modelación Hidrológica y Ambiental (GIMHA) del IIAMA-UPV desde 1995.

Dicho modelo se implementó en el estado actual de la cuenca (1990-2013), tanto a escala horaria como diaria, y se aplicó al evento de 1957 con los cambios necesarios en cuanto a las infraestructuras (embalse de Loriguilla y nuevo cauce del Turia) y los usos del suelo, con el fin de tener en cuenta el menor grado de urbanización de aquella época.

Las precipitaciones de los días 11 y 12 saturaron el terreno

En las conclusiones del trabajo, la investigadora del IIAMA-UPV apunta que, aunque las precipitaciones de los días 11 y 12 no fueron de gran intensidad, «sí contribuyeron a aumentar la escorrentía, dejando el terreno prácticamente saturado».

En el estudio, además, se destaca la importancia de la estructura espacio-temporal de la precipitación de los días 13 y 14, así como el desplazamiento noreste del epicentro de la tormenta, que provocó que las aportaciones de los afluentes al cauce principal fuesen acumulándose. «Todo ello provocó que el cauce se desbordara a su llegada a la ciudad, al no poder desaguar tal cantidad de agua», indica la investigadora.

Consecuencia de un proceso convectivo de mesoescala

Esta avenida extraordinaria se produjo como consecuencia de un «proceso convectivo de mesoescala» que afectó fuertemente a las cuenca media y baja del río Turia, con precipitaciones superiores a los 100 mm en 24 horas.

Éstas causaron una primera onda de crecida que llegó a Valencia a las cuatro de la mañana del día 14 con un caudal máximo de 2700 m3/s (metros cúbicos por segundo), y una segunda onda que arribó a las 14.30 horas con un caudal máximo de 3700 m3/s.

Pese al aumento de la urbanización, el nuevo cauce y la finalización del embalse de Loriguilla evitarían sucesos similares

No obstante, y pese al aumento de urbanización en la zona, Puertes asegura que, en la actualidad, no es factible la repetición de un suceso similar gracias a las medidas adoptadas.

Éstas permitirían que la mayor parte del volumen transportado por la primera onda «se almacenase en el embalse de Loriguilla», mientras que la segunda onda de crecida llegaría al «nuevo cauce del Turia, que dispone de una capacidad de evacuación de 5000 m3/s».

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