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El Supremo eleva la condena a una cuidadora que abrió la puerta a los asaltantes de la casa en la que cuidaba a un matrimonio de ancianos

La empleada del hogar pernoctaba los sábados por la noche en la casa y abrió la puerta a sus compinches

«Delitos de homicidio y robo violento en casa habitada en concurso con delito de detención. Cuando en el curso de la ejecución del delito de detención ilegal, por la forma de realizarlo, sobreviene la muerte de la víctima de modo prácticamente inmediato, ese delito resulta absorbido por el de homicidio».

Así comienza la sentencia del Tribunal Supremo a la vista sobre el recurso de casación
interpuesto por el Ministerio Fiscal.  La Sala de lo Penal ha elevado de 18 a 19 años de prisión la pena impuesta a una empleada del hogar que abrió la puerta a otros tres condenados por el asalto a la casa del matrimonio que cuidaba y en el que falleció por asfixia el anciano, de 88 años de edad.

La sentencia condena por los mismos delitos de homicidio y robo violento en casa habitada en concurso con un delito de detención ilegal que la Audiencia Provincial de Castellón, pero impone una pena más alta al apreciar en la conducta de la cuidadora la agravante de abuso de confianza junto a las otras dos de disfraz y de abuso de superioridad que ya se aplicaron en la sentencia recurrida.

Considera el fallo que la cuidadora se sirvió de lo sabido sobre las circunstancias y hábitos de vidas de sus víctimas para suministrar a los demás implicados en la causa la información necesaria para la ejecución del delito o delitos luego programados.

Además, añade que se implicó activamente facilitando a estos el acceso a la vivienda durante la noche y que, pudiendo haber intervenido para tratar de cortar el curso de los acontecimientos, cuando supo directamente del grado de violencia utilizado, no lo hizo. La Sala de lo Penal desestima los recursos de casación interpuestos por los otros tres condenados por lo que se confirman penas de la sentencia recurrida para todos ellos.

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Extracto de la sentencia

«I. La acusada Cristina Atina Margoi, ciudadana rumana, mayor de edad y
sin antecedentes penales, trabajaba desde septiembre de 2012 cuidando a D. Vicente
Almela Roma, de 88 años de edad y de su esposa Dª Consuelo Gil Antonino, de 86 años
de edad y con movilidad reducida, que residían en la calle Octavio Ten i Orenga,
número 5, 1° B, de Vall de Uxó (Castellón), siendo su horario de trabajo de las 15 horas
del sábado hasta las 14 horas del domingo, pernoctando en la vivienda la noche del
sábado. La referida acusada Cristina Atina mantenía una relación afectiva con el
también acusado Gheorge Oprea, mayor de edad y con antecedentes penales no
computables, con el que convivía y al que puso al corriente de las circunstancias de la
vivienda y de los Sres. Almela, así como de la existencia de dos cajas fuertes en el
despacho de la casa, información que igualmente trasmitieron a familiares residentes en
Rumanía, concretamente, a Ion Lupu, alias «Mihail», (también conocido como «Ion
Constantin», «Costel Subu», y Ionut Lucian Lupu), mayor de edad y con antecedentes
penales no computables, y a Vasile Lupu, mayor de edad, sin que consten los
antecedentes penales, y a un hermano de estos que no es ahora juzgado por no haber
sido localizado.

En este contexto Gheorge Oprea, Cristina Afina Margoi, Ion y Vasile Lupu
planearon robar en la vivienda de los Sres. Almela y a tal fin Gheorge Oprea adquirió
una tarjeta de teléfono con número 642877976 que entregó luego a Vasile, tras su
llegada el 18 de febrero de 2013 a la estación de autobuses de Castellón junto con su
hermano Ion Lupu, procedentes de Rumania, siendo recogidos por Gheorge Oprea que
los trasladó a su vivienda sita en Vall de Uxó, Carretera de Segorbe n° 87 derecha 2°
11, donde se alojaron todos ellos y planificaron la acción delictiva.

II. Así, entre las 00,00 y las 01,15 horas del día 24 de febrero de 2013, puestos
de común acuerdo y con animo de obtener un beneficio patrimonial ilícito, Gheorge
Oprea, Ion y Vasile Lupu, con las cabezas cubiertas con capuchas que cubrían sus
caras, a excepción de los ojos, y portando cuerdas de nylon blanclas, cinta adhesiva
americana gris, y una barra de hierro, entraron en el domicilio de D. Vicente Almela
Roma y su esposa Dª Consuelo Gil Antonino, que se encontraban dormidos, siéndoles
facilitada la entrada desde el interior por Cristina Alina Margoi que, tras se avisada al
teléfono móvil que portaba para la ocasión número 642877976, bajó al portal para
abrirles la puerta, subiendo los tres tras ella.

Una vez en el interior del domicilio, y con la cara cubierta, entraron los
tres en la habitación en la que se encontraban durmiendo los ancianos a los qué ataron
de pies y manos y a la cama con seis metros y medio de la cuerda de nylon de color
blanco y la cinta adhesiva que portaban. Vicente Almela Roma, que se quejó y gritó, fue
atado con gran fuerza y amordazado con la cinta adhesiva, y un sujetador encima
anudado al cuello, que le cubrían los orificios respiratorios impidiéndole una normal
respiración, lo cual . le produjo una situación de hipoxia. Asimismo, le propinaron
diversos golpes en cabeza, cara, brazos y manos sufriendo a consecuencia de estos
hechos 21 lesiones, entre ellas la luxación completa del hombro derecho, especialmente
dolorosa, falleciendo poco después por asfixia mecánica fruto de la oclusión de los
orificios respiratorios por la mordaza.

A Consuelo Gil Antonio le dijo uno de los atacantes «te mato si no te estás
quieta», produciéndose un forcejeo mientras era maniatada que le produjo
excoriaciones en ambas muñecas y ‘tobillos, hematomas en zona facial, y eritema nasal,
lesiones que precisaron de una primera asistencia, alcanzando la sanidad sin necesidad
de tratamiento médico o quirúrgico, pese a permanecer hospitalizada.
Mientras tanto Cristina Afina, que conocía el plan, de actuación y lo aceptaba,
permaneció en su dormitorio libre de ataduras con un teléfono móvil en su poder,
escuchando los gritos y quejas de los ancianos sin hacer nada por impedirlo, ni pedir
ayuda, pese a que su trabajo en la vivienda era precisamente el cuidado de los señores Almela Gil».

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