Se nos murió Tumbaollas

Vicente Torres

Era plenamente consciente de sus dotes literarias, hasta el punto de que él mismo reconocía que la naturaleza le había dotado con ellas, pero lo hacía de un modo modesto, como sin darle importancia.
Se llamaba Jorge Sotomayor Raymond, y se sirvió del apodo Tumbaollas, quizá porque en Bilbao haya que enfrentarse a la comida de ese modo.

Jorge Sotomayor Raymond, 'Tumbaollas'/ Img VT

Jorge Sotomayor Raymond, ‘Tumbaollas’/ Img VT

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Escribía muy bien, y cualquiera que lea sus textos podrá comprobarlo, pero es que además su capacidad cordial era muy grande y en este aspecto daba ciento y raya a todos esos engreídos que, en contradicción con las enseñanzas de Ortega y Gasset y Albert Camus, se pasean por la vida mirando con condescendencia al prójimo, cuando no con claro menosprecio. Tumbaollas nunca se subió a un pedestal fabricado con materiales vanos, sino que su modestia iba más allá de lo recomendable, tanto que incluso resultaba dolorosa para sus amigos. Cuando incidía en este asunto daban ganas de explicarle que era mucho mejor persona que otros presumidos y prepotentes.

Hay personas que sienten placer cuando hacen daño a alguien. No disimulan este hecho, sino que procuran que se les note. Jorge Sotomayor Raymond no era de esos. Tampoco de los que menosprecian al prójimo. Es más, si hubiera sospechado que había algún daño o que alguien se había sentido menospreciado por él habría corrido, lleno de dolor a disculparse y a ofrecerse para reparar el mal hecho, y ahora quizá se vaya entendiendo por qué he dicho antes que les daba ciento y raya a muchos. Sólo era capaz de hacerse daño a sí mismo y eso hace más dolorosa su marcha para sus amigos. Debería haber vivido el tiempo suficiente para que se le pudiera convencer de su valía y lo importante que había conseguido ser para un buen número de amigos. En ellos, siempre vivirá.

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