Postmodernos y posmachistas

Susana Gisbert

Antes de nada, debo hacer un ejercicio de sinceridad. O una confesión, en el sentido no religioso del término. El título no es mío, ni tampoco la idea sobre la que pivota este artículo. Son de un buen amigo y una no menos buena amiga, que me los ceden generosamente. Pero uno y otros son tan atractivos y necesarios que era imposible no sucumbir a la tentación de usarlos. Gracias a ambos.

La cuestión no es nada nuevo. Por desgracia. Pero, por desgracia también, no escandaliza lo que debería escandalizar. Juzguen si no ustedes mismos.

Se trata de uno de los concursantes del enésimo Gran Hermano, un prodigio de conocimiento. El muchacho en cuestión echa más perlas por su boquita que la factoría de Majórica a pleno rendimiento, mientras los responsables de la cadena se frotan las manos por los picos de audiencia, más allá del contenido y sus consecuencias. Que se vaya la autorregulación al carajo si la parrilla brilla.

El zangolotino –véase su definición en la RAE- hace una exhibición del machismo más rancio anotándose como si de una victoria de tratara, con fanfarroneo incluido, sus supuestas conquistas femeninas y el hecho de dejarlas tiradas cual colilla. No entraré en más detalles, que me pongo mala solo de pensarlo. Pero un poco de ruido y aquí no ha pasado nada. No contento con ello, se despacha en otro momento haciendo ostentación de su más absoluto desprecio por la vida de los animales, más concretamente los galgos. Y eso sí que no. Paren las máquinas. Ahí empieza el llanto y el rechinar de dientes, y miles de voces airadas exigen su expulsión del programa. Bien merecida, por cierto.

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Y algo a mi me chirría. Vaya por delante que me repugna como al que más el maltrato a los animales –y más aun a los galgos, una de cuyas más activas defensoras me honra con su amistad- pero que no haya ningún movimiento cuando de una humillación a las mujeres se trata y se movilicen tirios y troyanos cuando se trata de animales, me rompe los esquemas. O quizá ya estaban rotos, y habré de asumir de una vez por todas que el machismo está tan interiorizado que se tiene por normal lo que no había de serlo en modo alguno. Pero no me resigno. Ni pienso hacerlo.

De todos modos, esto no es nuevo. No hace demasiado tiempo, expulsaban de modo fulminante de otro reallity a una pareja de conocidos rumberos por sus comentarios racistas y homófobos, lo cual estuvo muy bien. Lo que ya no lo estuvo tanto es que en ese mismo concurso cierta famosilla se despachara a gusto con exhibiciones de machismo y no solo no se plantearon expulsarla sino que ganó el concurso. Tal cual.

La conclusión no puede ser otra que la de que la igualdad entre mujeres y hombres es de segunda división. Que defender los derechos de las mujeres y proscribir el machismo que los conculca por sistema no es otra cosas que una exageración de unas cuantas chaladas sin nada mejor que hacer.

Pues no señor, no me resigno. Llámenme chalada si quieren, o cosas peores, que no sería la primera vez. Pero no pienso parar hasta que las humillaciones a las mujeres causen tanto revuelo como las humillaciones a otros seres –humanos o no-. Y no me bajo del carro. ¿Quién me acompaña?

@gisb_sus

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