Vayamos a otra cosa

Jose Segura / LO QUE HAY

Hoy, en el Congreso, todo el pescado está vendido de antemano. Así que, por mucho que el debate de investidura sea el paradigma de la actualidad, dedicarle todo un artículo sería una estúpida manera de perder el tiempo. Mejor que vayamos a otra cosa.

Se me ocurre pensar en cómo sería un día de Navidad en el que celebraran elecciones generales. Y pido disculpas antemano, porque todo lo que se me ocurre es para la risa.

Vigílame el caldo, que bajo un momento a votar, dice la supermadre encerrada en la cocina para preparar las viandas de tan significado día. Vale, yo me ocupo, contesta uno de sus nietos, ya adolescente. No tú, no. ¿Es que no hay nadie más? No abuela, se han ido todos a votar. Pues podrían haber avisado. Ya les soltaré luego de qué mal se van a morir, refunfuña mami mientras se pega un lingotazo del vino que ha abierto para el asado.

Otros se acercan a votar en plan “after hours”, hechos trizas y con los ojos vidriosos de tanta marcha. Algunos de ellos –como leí el otro día en un divertido tuit- porque habrán ligado la misa del gallo con su derecho al voto. Llegarán milagrosamente al colegio electoral, rebuscando en sus bolsillos ese obligatorio documento identificativo que les permita entregar las papeletas. No quiero ni imaginar los barullos que se montarán con los desaguisados de tanto votante colocado, frente a unos presidentes de mesa, vocales e interventores, más cabreados que de costumbre y con la digestión del último langostino resonando todavía en sus tripas.

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Así, entre adormilados, colgados, empachados y exasperados, resultará un buen espectáculo observar la elección de las papeletas por aquellos que no las han llevado preparadas. Y qué decir de marcar con una cruz a los tres senadores que toca elegir. O introducir las papeletas en los sobres, con las manos temblorosas y la mente nublada. Igual hay peperos votando a comunistas y antisistema votando a Vox ¿Passa, troncos? Nassío pa votá. Fulano de tal… milochocioentostreinta… Espera que no lo encuentro… ¡Leches, que se me has escapado la regla y he manchado de amarillo toda la hoja…! ¡Voooota!

Por otro lado, en orden y vestidos de rigor, veremos a los que aún acuden a las fiestas familiares de Navidad con corbata o con lentejuelas y el pelo cardado. Con la garganta algo rota de tanto cantar villancicos, las yemas de los dedos despellejadas por la pandereta y la palma de la mano enrojecida de tanto frotar la caña de la zambomba. Ellos con aliento de brandy o de güisqui, ellas cantando a anissete.

Aún se me joderá el caldo, dice la madre. Qué flipe, tío, votar en Navidad, gritarán los que no han dormido. Niños, estaos quietos de una vez con las papeletas… ¿De dónde has sacado ese boli? Te has puesto perdido, verás tu madre, susurrarán los horteras vestidos de fiesta. Vaya putada, susurrarán entre ellos los componentes de las mesas, mientras piensan que no hay cheque, por algo más de 60 euros, que compense la mala suerte de haber sido elegidos por sorteo y ciscándose en los muertos del cantante canario aquel, gafe, más que gafe.

Me acuerdo nuevamente de Berlanga y de su inseparable guionista Azcona, describiendo una jornada electoral que sólo podrán ver desde el más allá. Partiéndose el culo y pensando que, una vez más, la realidad supera a la ficción.

Twitter: @jsegurasuarez

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