María Dolores Bravo
Hoy he utilizado Google para publicar una entrada sobre la vida religiosa en mi blog; concretamente he buscado la palabra “monja” y me he dado cuenta de cómo nuestro mundo vilipendia y rechaza la virginidad por resultarle incomprensible, así como las vidas de estas mujeres entregadas en cuerpo y alma a la tarea de la salvación del mundo. Las imágenes eran de todo menos respetuosas: mujeres disfrazadas de religiosas en poses obscenas o viejas repelentes, irreverentemente presentadas, caricaturizadas subversivamente. Me sucedió lo mismo al abordar el tema de la castidad. Aparecieron en la pantalla de mi PC imágenes sensuales más o menos explícitas, que deberían haberse englobado en el vocablo opuesto.
Ignoro si, como en el caso de las elecciones norteamericanas, en las que Obama sobornó a Facebook, Twitter y Google para censurar los méritos y éxitos del republicano Donald Trump, bloqueando páginas, noticias etc, mientras ocultaban los problemas de salud de Hillary y sus escándalos en la palestra para favorecer su elección, igualmente pervierten todo lo que suena a pureza, compromiso y fidelidad.
Una élite dirige casi todos los medios informativos, incluso las redes sociales, y tiene una consigna clara: encaminar a las masas en una dirección que es la contrapuesta a la que deberíamos seguir para alcanzar la libertad espiritual.
Por eso, no se puede servir a Dios y al diablo, dos polos opuestos por los que la gente no se sabe decidir y que van ligados a unos destinos eternos, tan tremendamente contrarios, que si los conociéramos volveríamos a la vida de nuestros ancestros, donde se veneraba a un Dios, Todopoderoso y Padre, capaz de cuidar de sus hijos a cambio de cumplir con las consignas de vida que desatan del vicio y aligeran el alma, dándonos una libertad de espíritu que nadie más sino Él, que nos ama incondicionalmente, puede darnos.
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