El nadador estadounidense cierra su participación en Río’ 2016 con cinco oros y una plata
Alguien publicaba hoy un post en facebook en el que pedía «nadalizar» a la juventud española, en referencia a los grandes valores que representa el tenista español Rafa Nadal, seguramente, el mejor deportista español de todos los tiempos.
Algo parecido podríamos decir del nadador estadounidense Michael Phelps, que se despidió de Río y de la natación olímpica con una nueva medalla de oro, la vigésimo tercera de su carrera. Phelps termina estos JJ.OO. con cinco oros y una plata.
Estados Unidos tenía, según los expertos, el mejor relevo de estilos. Phelps luchó a muerte con el británico, James Guy, y puso a su equipo con 41 centésimas por delante. Nathan Adrian, el último relevista americano, voló.
Estados Unidos se quedó a sólo 65 centésimas de su propio récord mundial establecido en el Mundial de Roma’2009, mientras Gran Bretaña se colgaba la plata con 3’29”24 y Australia, el bronce con 3’29”93 tras una dura pugna con China.
Phelps, conteniendo el llanto, saludó a una grada entregada, mientras quienes sí lloraban entre el público eran su pareja, Nicola, y su madre, Debbie. Con esta carrera se cerraba la trayectoria de uno de los deportistas más asombrosos que jamás se haya visto.
El médico que le prescribió ejercicio a aquel niño hiperactivo de Baltimore para bajar sus pulsaciones debería tener un diploma que acreditase que él fue partícipe en la forja de Michael Phelps. Como su hermana mayor, nadadora y a la que siempre quiso imitar.
Michael Phelps es el hombre que ha puesto cara, épica y registros para la historia a las últimas cinco ediciones de los Juegos Olímpicos. Llegó a Sydney’2000 siendo un adolescente desgarbado de 15 años que terminó quinto en la final de 200 mariposa, su mejor prueba, y se marcha de Río como padre de 31 años, con un cuerpo fibrado que lleva por dentro las cicatrices de miles de horas de esfuerzo. De un cabo a otro de su carrera, 23 medallas de oro, tres de plata y dos de bronce. Nadie ha ganado tanto.
Sus ocho oros de Pekín’08, quizá su mayor gesta y la que dejó en segundo plano los siete que obtuvo Mark Spitz en Munich’72, quizá no se igualen jamás. Como tampoco su enorme apetito , que le llevaba a ingerir 12.000 calorías diarias en la fase crítica de su preparación previa.
En Brasil completó Phelps su historial olímpico, con una inalcanzable cifra de 28 preseas (23 de oro, 3 de plata y 2 de bronce). Venció en 200 mariposa, 200 estilos y los relevos 4×100 y 4×200 libre y 4×100 estilos. Solo ‘falló’ en la final de los 100 mariposa. Su admirador Joseph Schooling (Singapur) alcanzó la pared antes que él y le obligó a conformarse con el subcampeonato.
Una retirada, un regreso, problemas de todo tipo, desde un padre con el que no ha reemprendido hasta hace bien poco una relación rota al ingreso en un centro de desintoxicación para alcohólicos tras tocar fondo y ser detenido por conducir ebrio.
Un colofón espectacular de cinco oros y una plata, pero no una plata cualquiera, sino compartida con dos de sus mejores rivales de siempre, el húngaro Laszlo Cseh y el sudafricano Chad LeClos. Michael ha sido un ejemplo de comportamiento para los deportistas. Siempre respetuoso con sus rivales y cariñoso con sus compañeros, siempre mesurado en sus declaraciones y sensato en sus planteamientos. Casi, casi, otro Rafa.
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