Los hijos de Perseo, los deseos de Rubens y las estrellas fugaces

“Para ver a Dios nacimos, que en la Tierra somos polvo y en el Cielo, peregrinos”. “Deus te guie bem guida, que en o céu foste criada”

Adela Ferrer / Astróloga

En el imaginario popular de nuestros antepasados, las lluvias de estrellas eran “siembras de almas” con las que los dioses bendecían la Tierra y con las que anunciaban próximos nacimientos. En 2013 se pudo comprobar que en los cometas se hallan las moléculas orgánicas precursoras de la vida y por tanto, que la semilla de la vida llegó a la Tierra a bordo de los cometas.

Los cristianos –algo más escatológicos- pensaron que eran las ánimas del purgatorio que, tras expiar sus culpas, volaban al cielo; por eso se santiguaban al verlas rogándoles que, al llegar al Paraíso, intercediesen allí por las cuitas de los vivos. De ahí la romántica idea de pedir un deseo al tiempo de ver el rastro de una estrella fugaz.

Cada año por estas fechas nuestro planeta cruza la órbita del cometa Swift-Tuttle, este «camino trillado» del cometa está lleno de partículas pequeñas, como granos de arena o menos, que han sido liberadas por el cometa en sus pasos anteriores.

Cuando una de estas partículas, que en su día formó parte de la cola del Swift-Tuttle, roza la atmósfera terrestre, la fricción la calienta hasta vaporizarla a gran altura (unos 100 km), y por eso este fenómeno recibe el nombre popular de estrella fugaz.

No se trata por tanto de una estrella sino de una partícula de polvo incandescente que entra en la atmósfera a gran velocidad -más de 200.000 kilómetros por hora-, creando un maravilloso fenómeno luminoso.

El cometa del que se desprendieron estas partículas, el Swift-Tuttle, fue descubierto en 1862 independientemente por Lewis Swift y por Horace Parnell Tuttle. Y atraviesa la eclíptica cada 130 años, la última vez lo hizo en 1992.

Órbita de las Perseidas / Adela Ferrer

Órbita de las Perseidas / Adela Ferrer

Aunque el fenómeno de las estrellas fugaces no tenga nada de mágico ni de sobrenatural, a todos nos sigue fascinando la contemplación de tal espectáculo celeste y ahora con mayor motivo, pues ya sabemos que esas estrellas fugaces van cargadas con las partículas de la vida.

Además, no hay que olvidar la maravillosa relación de la mitología griega con el sugerente mapa del cielo nocturno, lleno de héroes, caballos alados, criaturas monstruosas, animales totémicos, coronas y dioses.

Normalmente las lluvias de estrellas se bautizan con el nombre patronímico de la constelación desde la cual parecen provenir los meteoros o estrellas fugaces, lo que se denomina “foco radiante”.

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Las fugaces de agosto tienen su radiante en zona de la constelación de Perseo, y por eso se llaman “las hijas de Perseo”, las Perseidas.

Formada por estrellas no excesivamente brillantes, Perseo se encuentra cercana a la constelación de Andrómeda. La historia de amor entre ambos personajes mitológicos hace que las Perseidas adquieran un cierto tinte de romanticismo. El mito nos cuenta que Perseo era hijo de Zeus y Dánae, la de la»lluvia de oro»; mientras que Andrómeda era princesa de Etiopía.

Para expiar un horrible pecado de su madre, Andrómeda fue ofrecida en sacrificio a un temible monstruo marino. Encadenada a una roca a orillas del mar, la princesa esperaba su destino cuando Perseo acudió en su rescate y, mediante los poderes mágicos de la cabeza de Medusa, acabó con el animal, para después reclamar a Andrómeda como esposa, con la que formó la familia de los perseidas (gentes de Persia), de la que descendía Heracles.

En 1603 Bayer, basándose en los datos de Tycho Brahe, publicó la Uranometría, uno de los mejores y más bellos atlas estelares.

En 1622 Rubens, muy interesado por los avances científicos, ópticos y astronómicos, y conocedor sin duda de la obra de Bayer, pintó un cuadro titulado “Perseo y Andrómeda”, que está en el Museo del Hermitage.

Andrómeda / A.Ferrer

Andrómeda / A.Ferrer

A mí me parece muy posible que, a la hora de diseñar esta versión de Perseo, Rubens se inspirase en la especial “geometría estelar” de la constelación, a la que da nombre el protagonista del cuadro.

¿Qué deseos pediría el maestro Rubens a las estrellas?

Las Perseidas sólo se ven a partir de la medianoche. Aunque en la noche del 11 al 12 es cuando se producirá el «máximo» (podremos ver unos 150 meteoros por hora, casi el doble de los que se pueden ver otros años, pero algo menos de los 500 a la hora que algunos entusiastas van anunciando por las redes,), y siempre que las nubes no lo impidan, veremos muchas de las también llamadas “Lágrimas de san Lorenzo”, aunque la historia truculenta del martirio de san Lorenzo y la caída a la Tierra de las brasas de su parrilla, parece menos adecuada para una noche inflamada de deseos amorosos.

Dracónidas / A.Ferrer

Dracónidas / A.Ferrer

Pero aún así y aunque las nubes nos impidieran ver las Perseidas, a lo largo de todo el mes de agosto y en el hemisferio Norte nada podrá eclipsar a otras fugaces, las Dracónidas, que ya empiezan a verse en agosto, pese a que su máximo se produzca en octubre. Su radiante se halla bastante cenital, mirando hacia el Norte. Sólo hay que localizar la estrella Polar; lo mejor es tumbarse boca arriba con la cabeza hacia el sur y los pies apuntando al N: primero se busca el «carro» de la Osa Mayor (dibujado en verde) y, siguiendo en línea recta las dos estrellas delanteras, encontraremos la estrella Polar (dentro del círculo rojo). Muy cerca de ésta última y girando un poco la cabeza hacia el Oeste veremos surgir las Dracónidas (en la elipse magenta).

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