Las cabañuelas del mes de agosto se basan en la creencia de que el tiempo de los primeros doce días de agosto está relacionado con el tiempo de los doce meses siguientes
Adela Ferrer / Astróloga
Dentro de pocos días llegaremos a la mitad del verano. En este tiempo, como el aire se encuentra cargado de energía térmica y, al mismo tiempo, disminuyen considerablemente las horas de sol, en el hemisferio Norte, se empiezan a producir importantes movimientos en las capas altas de la atmósfera, como por ejemplo, el inicio de cierta reestructuración del vórtice polar.
Por ese motivo no es tan descabellado pensar que el desenlace de estos primeros movimientos atmosféricos vaya a condicionar el devenir posterior de los fenómenos climáticos y, por ello, las señales meteorológicas de estos días vienen siendo observadas desde tiempos inmemoriales para predecir el tiempo a largo plazo.
Entramos en uno de los “ocho puntos críticos” del año, ocho puntos que, sin duda, se hallan en los orígenes de muchos calendarios agrícolas (paganos), como el calendario celta. A nuestro entender, la meteorología del entorno de todos y cada uno de dichos puntos críticos, suele proporcionarnos una pista de los derroteros por los que va a transcurrir la meteorología de los 45 días siguientes.
Particularmente la onda climática de la Candelaria, a principios de febrero, así como la de san Martín, a mediados de noviembre, suelen ser muy confiables para el pronóstico del mes que les sigue.
Las tradicionales cabañuelas del mes de agosto se basan en la creencia de que el tiempo de los primeros doce días de agosto (y aún el de los doce días siguientes), está relacionado más o menos linealmente con el tiempo de los doce meses siguientes.
Algunos dicen que el tiempo del 1 de agosto se corresponde con este mismo mes, y otros sostienen que con el del mes de enero siguiente; el del día 2, con el mes de septiembre -o con el mes de febrero-; el día 3, con el de octubre- o con el mes de marzo-, y así sucesivamente.
Sea como fuere, para los cabañuelistas, los mejores presagios para un buen año agrícola son las calimas, las neblinas, los rocíos matinales o al anochecer, con nubes, con algunas tormentas pero que no dejen apenas agua. Sin embargo, los vientos secos, la baja humedad y los cielos cristalinos son muy mal presagio pues anuncian la peor de las situaciones climáticas en España: la temida sequía.
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