H2O
La periodista Mariló Montero, agredida verbalmente por el dirigente político Pablo Iglesias, denuncia al asambleario ante el Instituto de la Mujer.
Que me pregunto que porqué lo ha hecho ante el Instituto de la Mujer y no ante la Fiscalía de Violencia de Género de la Audiencia Provincial de Madrid. Y también me pregunto porqué esa pléyade de feministas, siempre beligerantes y sonoras (y con toda razón), siempre al loro de sensibilizar a la sociedad sobre Violencia contra la Mujer, no han aparecido en ésta ocasión o lo han hecho de hurtadillas, cómo los niños introvertidos y temerosos, para linchar desde sus plataformas sociales al sujeto, tal y cómo ha sucedido en tantas otras ocasiones, especialmente si se trata de políticos del PP.
Resulta que el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, mantuvo una conversación con el cofundador de su partido, Juan Carlos Monedero, en la que aseguraba sobre Montero que «la azotaría hasta que sangrase». Al margen de que el propio reconocimiento por parte del tipo debería suponer ya de por sí su inhabilitación para cualquier cargo público, este marxista-leninista-volchevique, nostálgico del peor de los fascismos hasta ahora conocidos, debería ser examinado por los especialistas para ser declarado un peligroso psicópata sexual.
Porque tal violencia verbal contra una mujer sólo puede generarse desde una mente tan enferma cómo digna de ser recluída en el centro de tratamiento correspondiente, sobre todo tras leer las justificaciones del agresor, que califica de «bromas en la intimidad» sus palabras y alude a la seguridad de las conversaciones telefónicas en democracia, atreviéndose más tarde además, a aludir a la moral de la sociedad sobre el hecho de que un compañero de partido contratase una asistenta sin pagar por ello a la Seguridad Social.
Esta banda de saqueadores, de atracadores del esfuerzo de al menos dos generaciones de españoles que hemos trabajado por nuestro Estado de Derecho, con nuestras ilusiones, nuestros impuestos, nuestras trabas sociales y nuestra tolerancia de ideas, no admiten por principio el concepto de libertad. Desde apoyar al jefe de los asesinos de la ETA, a cobrar de un régimen en el que la mujer sólo es un objeto sexual y laboral. Desde cambiar la denominación de una ciudad inconstitucionalmente, a cerrar comedores infantiles mientras emplean a familiares y amigachos de barra de bar y cañas. Desde buscar el adoctrinamiento en las aulas de sus teorías apolilladas en un sistema libertario, a gastar sin miramiento en peatonalizaciones y otras estupideces (reinas magas, por ejemplo), hasta incumplir con mucho el déficit autonómico. Desde provocar con sus insultos y gestos las creencias religiosas, a patrocinar con dinero público la división y la ruptura territorial del Estado.
¿Y éstos hablan de democracia? ¿Y aquellos callan? ¿Y el plumero al viento? Algunos se quedan últimamente con demasiada frecuencia para su credibilidad con el culo al aire.
016: telefóno gratuíto contra la violencia de género
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