Dios Padre y Madre

Antonio Gil-Terrón

«Si el Sol es una estrella, ¿por qué se le da tratamiento masculino y no femenino?»

Mi preocupación por Dios y la Teología fue bastante precoz. Recuerdo que no tendría más de nueve años cuando, rompiendo la militar formación que nos hacían seguir los padres escolapios a la hora de entrar en las aulas, tuve la osadía de salirme de la fila y enganchar al cura que ese día hacía de “cabo de vara”, soltándole a bocajarro con esa sinceridad que tan solo tienen los niños y los borrachos:

– ¿La Santísima Trinidad (Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo) existe desde antes del nacimiento de Jesucristo, o es a partir del nacimiento del Niño Jesús en Belén, del vientre de la Virgen María?

– La Santísima Trinidad existe desde antes, ya que no tiene principio ni fin – me respondió el escolapio.

– Entonces… ¿quién fue la Madre de Dios Hijo? – pregunte sin malicia –

El rostro del escolapio pasó en unos segundos del verde al amarillo, para finalmente quedarse en rojo; talmente como un semáforo. A continuación, mientras un servidor comenzaba a precavidamente cubrirse la cabeza, me mandó a formar en la fila, pero esta vez sin pegarme el tradicional capón escolapio.

Tuvieron que pasar unos años hasta que un servidor encontrase – con la ayuda de Dios – la respuesta a tan “complicada cuestión”. Tan solo fue cuestión de abrir la Biblia por el principio.

La explicación

En el Primer Libro de la Biblia, el Génesis, hay dos versiones antagónicas e incompatibles sobre la creación de la mujer. En la primera, la mujer es creada directamente y al mismo tiempo que el varón, en un plano de igualdad total. En esta versión la mujer está hecha tan a imagen y semejanza de Dios, como el propio hombre.

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En la segunda, que es la que Iglesia más ha difundido, la mujer es creada a posteriori mediante la extracción de una costilla del hombre; ¿la razón bíblica que se da?: pues para que el hombre no esté solo; vamos, para que no se aburra, además para que le sirva de ayuda.

Ambos textos están recogidos en la Sagrada Biblia, y por lo tanto, según la Iglesia, son Palabra de Dios.

Con el correr de los siglos, la versión que la Iglesia ha prodigado en sus catequesis y homilías ha sido la segunda, esa que coloca a la mujer como un apéndice del hombre, e inductora del Pecado Original, fuente de todas las desgracias de la humanidad. ¡Casi nada!

Si bien Jesucristo rescata la dignidad de la mujer, en medio de una cultura tremendamente machista, los que vinieron posteriormente, en forma de santos doctores de la Iglesia, retomaron de nuevo los tics sexistas y misóginos que jalonan el Antiguo Testamento, confeccionando la tarta teológica que ha sido el postre obligado de los fieles de a pie, durante siglos.

Para concluir quisiera precisar que en las corrientes teológicas actuales ya se comienza a hablar de Dios como Padre y Madre, lo cual no es ningún disparate si nos atenemos a lo escrito en la Biblia: «Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó».

GÉNESIS, 1: 26-27:

«Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó».

GÉNESIS, 2: 21-22:

«Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente» [Génesis, 2: 7]… «Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» [Génesis, 2: 18]… «Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre».

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