Jose Segura / LO QUE HAY
Hoy, a los 80 años de aquel golpe de estado que cercenó las ilusiones de tantos españoles por crear un estado moderno, más, avanzado, más justo y más culto, se han producido, en apenas unos días, hechos que en nada se parecen a la realidad. O al revés.
Sigue sin demostrarse que los crueles asesinatos de Niza tuvieran un origen yihadista. Otra cosa es que convenga cargar los muertos a los terroristas de Daesh, por aquello de evitar que la población francesa –tan masacrada en los últimos tiempos- se vuelva loca ante tan inmenso crimen sin explicación alguna. La utilización política de la información general, escrita a conveniencia, nos debe servir como aviso de que no siempre las cosas son lo que parecen.
Algo similar ocurre en Turquía, en el que los réditos del golpe militar se están derivando a una purga salvaje, impropia de un país que se autodenomina democrático. Y es que Erdogan, como cualquier líder que antepone la religión al imperio de la ley y a los derechos humanos, no es de fiar. Como tampoco lo son los líderes mundiales que, ante la asonada, reaccionaron sólo cuando tuvieron más o menos claro cuál iba a ser el desenlace. Sólo entonces, los intereses geo-estratégicos, económicos y políticos, afloraron con mensajes en pro de la democracia en un país que está perdiendo ese espíritu a pasos agigantados. De nuevo, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Y qué decir de la apertura de la frontera venezolana con Colombia, para que los habitantes del cada vez menos chavista país pudieran acceder a establecimientos en los que encontrar alimentos, medicamentos y otros bienes básicos para la vida. Una realidad que en nada se parece al empecinado machito del presidente Maduro, que se niega a abandonar el poder de un estado totalmente fallido, cuyo pueblo ya ha votado mayoritariamente en su contra. Ni la revolución chavista ni las promesas de igualdad se han hecho realidad en Venezuela. Sólo se ha conseguido ineficiencia, carestía y pobreza.
Llegamos finalmente a España, un país que parece empeñado en permanecer atrasado y pobre, mientras sus líderes políticos anteponen sus propios intereses a los de la ciudadanía. Un país que desobedece a todos aquellos con los que se une mediante tratados, sea la Unión Europea o la ONU. Un país que se ha pasado por el arco del triunfo asuntos tan candentes como la Ley de la Memoria Histórica, los medios necesarios para que la justicia ejerza eficazmente su papel o una recuperación económica que no llega a quien realmente la necesita. Un país en el que el líder del partido ganador en minoría de las elecciones, echa la culpa a los demás partidos de no tener la responsabilidad de apoyarle, así sin más.
Y es que en medio de esas antiguas cuestiones sobre si la verdad y la realidad existen, o son simples percepciones relativas a las circunstancias de cada uno, la humanidad sigue en un estado permanente de esquizofrenia, ayudada por aquellos que en vez de gobernar con justicia, lo hacen manual de psicología barata en mano.
Twitter: @jsegurasuarez
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