Sin amigos

Jose Segura / FILOSOFÍA IMPURA

Es evidente: a Mariano Rajoy no le quiere nadie que no esté en su partido –incluso esto convendría revisarlo-. Es un hecho, político en esta ocasión, que ya se demostró tras las elecciones del pasado diciembre y que, ahora, vuelve a quedar claro con los portazos que recibe de todos los demás partidos, incluso los de derecha pura y dura.

Y es que son tantas las ocasiones en las que el presidente del gobierno en funciones ha despreciado a sus adversarios, que como era previsible, estos le pasan ahora la factura negándole el pan y la sal.

Ya no se trata solamente de que Rajoy haya promovido leyes injustas, amparado la corrupción de los suyos o negado al Parlamento la más mínima posibilidad de crítica o pacto legislativo. El famoso rodillo –que todos los presidentes han practicado de alguna manera cuando su poder ha descansado en una mayoría absoluta- ha sido ejercido por el actual presidente con un nivel de prepotencia que, al final, le ha dejado solo.

Además, la propia ciudadanía ha demostrado su disconformidad con el estilo gubernamental de Rajoy encuesta tras encuesta, en la que el presidente siempre ha salido pésimamente puntuado. Es decir, llevamos ya más de cuatro años siendo gobernados por un político que no nos gusta. Ni siquiera el mayestático y breve Leopoldo Calvo Sotelo o el napoleónico José María Aznar obtuvieron tanto rechazo de sus gobernados.

Y ahora, en el momento de los pactos, vuelve Mariano Rajoy a la misma senda, arrojando sobre los demás partidos la responsabilidad de que él alcance la investidura, como si esta fuera un derecho divino que sólo él merece.

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Incluso se atreve a amenazar con un hipotético calendario para unas nuevas elecciones, olvidando una vez más las necesidades de esa ciudadanía a la que tanto desprecia y a la que tanto daño ha ocasionado.

Así, por mucho que en política se llame a los amigos en pro de la conveniencia, ni siquiera esta resulta suficientemente atractiva a los posibles compañeros de viaje, como para tener que aguantar durante otra legislatura a un hombre tan difuso, vago, inane y verbalmente disléxico como D. Mariano.

En filosofía, impura una vez más por tratarse de política, conviene recordar a Aristóteles y su opinión sobre la amistad: “La presencia de los amigos en la buena fortuna lleva a pasar el tiempo agradablemente y a tener conciencia de que los amigos gozan con nuestro bien. Por eso debemos invitarlos a nuestras alegrías porque es noble hacer bien a otros, y rehuir invitarlos a participar en nuestros infortunios, pues los males se deben compartir lo menos posible”. Justo todo lo contrario de las prácticas políticas de Rajoy.

Por mucho que el presidente se pueda vanagloriar de haber ganado las elecciones, incluso aumentando el número de escaños para su partido, Rajoy debería ser consciente de que el problema que impide a las demás fuerzas políticas llegar a cualquier tipo de acuerdo con él, radica en su persona.

Nadie quiere a Rajoy para gobernar conjuntamente o, simplemente, pactar. Será porque quien no ha cultivado la amistad política durante los pasados cuatro años, recoge ahora la peor de las cosechas.

Ante semejante situación, que el propio Rajoy debería reflexionar, conciencia adentro, el mejor servicio que puede prestar a los españoles es marcharse y dejar su puesto a otra persona con una mayor capacidad de empatía. Pero no lo hará, porque prefiere que el barco se hunda con todo su pasaje y tripulación, antes que reconocer que en esta vida no se va a ningún sitio sin tener, como mínimo, un par de amigos.
Twitter @jsegurasuarez

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