Jose Segura / FILOSOFÍA IMPURA
Recién publicado el informe Chilcot, sobre la participación británica en la guerra de Irak, queda una vez más demostrado que el trío de las Azores metió la bomba, y también la pata, generando una guerra injusta e ilegal, cuyos efectos devastadores llegan hasta nuestros días de manera creciente.
Aquellos tres tipos prepotentes y advenedizos –unos más que otros- demostraron por igual su escaso nivel de ética y su nula inteligencia. George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar, por ese orden de quién mandó y quién medró, ya han pasado a la historia como los causantes de uno de los conflictos entre civilizaciones más cruentos e insolubles.
Asi, Tony Blair –que ayer se atrevió a pedir disculpas- fue el mamporrero de Bush y Aznar el palanganero de los dos.
Y lo tres juntos fueron capaces de montar un pifostio de incalculables consecuencias, cuyas reminiscencias llegan hasta nuestros días, con Daesh generando aún más violencia si cabe. De aquella segunda guerra del golfo, se han derivado un estado fallido en Irak y múltiples conflictos más en oriente medio y en el noreste de África, amén de en otros pequeños países de ese continente.
Una vez más, el tópico “quien siembra vientos recoge tempestades” se ha hecho realidad con centenares de miles de muertos, millones de personas arruinadas y desplazadas, el mayor problema humanitario desde la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, la llegada del terrorismo a nuestros cómodos e insolidarios países.
Caiga pues sobre las conciencias –si es que las tienen- de esos tres nefastos personajes, el peso de la historia y todos los muertos que se siguen produciendo por su culpa. Más vale que los tres desaparezcan de nuestras vidas, al menos de los medios de comunicación, y que aquí en España hagamos pasar al más duro ostracismo a ese Aznar al que todavía se venera cada vez que habla.
Es la filosofía del absurdo que hoy, más impura que nunca, nos trae el recuerdo de su creador Albert Camus y su indudable apoyo al existencialismo. Una filosofía que postula que la vida es algo insignificante, que no tiene más valor que el que nosotros le creamos. De esta forma, puede entenderse la vida como un conjunto de repeticiones inútiles, vacías y carentes de sentido y significado, que se llevan a cabo más por costumbre, tradición e inercia que por coherencia y lógica. Que la vida es una mierda, vamos, y algunos políticos el laxante universal.
No extrañe, pues, que aún me encuentre situado entre el grito “¡No a la guerra!”, y que mi mayor deseo de justicia sea que esos tres malvados no encuentren nunca su paz.
Twitter @jsegurasuarez
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