Susana Gisbert
Yo soy peligrosa. Eso es lo que me dieron ganas de decir a cierto jerarca eclesiástico que se ha empeñado en alertar no sé muy bien a quién de los peligros que entrañan las feministas y los homosexuales. Y, por extensión, todos aquellos que hacen de la igualdad su bandera y que entienden que hay otras formas de vivir que los estrechos moldes que pinta este señor.
Pero no ataca el feminismo o la homosexualidad sin más. Eso tal vez no implicaría peligro alguno. Y va más lejos. Al parecer, lo peligroso es una confabulación judeomasónica de las de antaño que se ha montado entre el imperio gay y la ideología de género para acabar con el mundo, que hay que ver el riesgo en el que pueden poner el planeta. Y que no hay kriptonita que valga, según parece. Y yo sin enterarme, que debo estar en el mundo para que haya de todo. O no
Por eso, mientras tanto, yo, pobre de mí, educada como tanta gente de mi generación en un colegio religioso, creyendo que el cristianismo predicaba la igualdad y el amor al prójimo. Cosa que, por cierto, parece confirmar el propio Papa, más aperturista de lo que habíamos visto nunca. De lo que me congratulo, por cierto.
Pues bien, soy peligrosa. Peligrosa porque creo que todos somos iguales, peligrosa porque pienso que se puede amar de muchas formas, peligrosa porque creo que hay que adoptar medidas para que no sigan asesinando mujeres, peligrosa porque creo que hay muchos modelos de familia, peligrosa porque defiendo que las mujeres tengan el mismo papel y los mismos derechos que los hombres. Un peligro público, vaya.
Y cómo no, debo ser peligrosa porque no pienso seguir la máxima de otro de sus ilustres colegas, que nos mandaba casarnos y ser sumisas. Ni las de algún otro, que consideraba que la homosexualidad era una enfermedad. Ni alguna que otra más, que parece que a base de perlas quieren hacer un collar de doble vuelta.
Pues sí, soy peligrosa. Y a mucha honra. Y conste que no pienso dejar de serlo, aunque me arriesgue a que me caigan las Siete Plagas de Egipto. Que es, más o menos, el tiempo del que parecen venir quienes sueltan semejantes filípicas.
Yo no sé de imperios, de ideologías ni de teorías conspiranoicas que vayan a cargarse a la familia. Pero sé de niños que se crían felices con un solo padre, una sola madre, o dos padre o dos madres independientemente del sexo de cada uno. Y también sé de otros criados en esa familia supuestamente ideal a los que hay que darles de comer aparte.
También sé de mujeres que siguiendo esos criterios de sumisión han acabado con sus huesos en el cementerio, y no asesinadas por el imperio gay ni la ideología de género precisamente.
Así que lo dicho. Yo soy peligrosa. Y pienso seguir siendo. Estoy incluso pensando en confeccionar un bonito cartel con su señal de peligro advirtiéndolo para ponérmelo en la solapa y en el parabrisas de mi coche. Por si alguien tiene duda.
Debe ser que me gusta vivir al límite. Por eso insisto. Yo soy peligrosa. Y temo que voy a seguir siéndolo. ¿Alguien se une?
@gisb_sus
Agregar comentario