Entretenimiento

Contigo, pan y mantequilla

Dormía como un lirón atolondrado, sin percatarme de que a mi bebé le irrita sobremanera el descanso materno, sobre todo cuando él quiere censar animales a las muy altas horas de la madrugada

Noe Martínez / LIVING LA VIDA MADRE

 

SUGERENCIA MUSICAL, «Pan y mantequilla», de Efecto Pasillo

 

Días en los que cuando suena el despertador no sabes si madrugas o trasnochas, porque es tanto el sueño, el cansancio, las ansias de molicie y cinco minutos más, que todas las arenas que tabican tus párpados, piden clemencia al Altísimo, en aras de que el mundo se pare media hora. No más, sólo media hora para darte al placer de no existir, sin sensación de hámster en la ruedita de su jaula, sin pensar en preparados, listos, ya, be water, my friend. Días en los que no deseas ser otra persona, sino la misma tipa de siempre, con mis dos mini-tipos sentados a ambos lados de la cadera, pero con capacidad, en todo caso, para abrir los ojos a la vez, sin que me cueste coordinar las pupilas. Vale, pues hoy es uno de esos días.

– ¡Parezco una iguana, madre de Dios…! Ni Leticia Sabater… – Miradita a la virulé.

06:00 AM. En casa, aún duermen todos. A-h-o-r-a duermen, malandrines, pero no hace cuatro horas, momento en el que había una vidilla en la primera planta de este nuestro hogar, que me río yo de El Corte Inglés en primer día de rebajas. Paradójicamente, hace cuatro horas, la que dormía era yo. Sí, sí, y dormía como un lirón atolondrado, sin percatarme de que a mi bebé le irrita sobremanera el descanso materno, sobre todo cuando él quiere censar animales a las muy altas horas de la madrugada. Como lo de dormir en modo colecho ON (cuna pegadiiiiiiiiiiiiiiiiiiiita a la cama, casi piel con piel, sólo separada por los barrotes de IKEA) es uno de los pecados inconfesables en el pediatra pero que A-Ú-N cometo, cuando el bebé se desvela, lo primero que noto+percibo+sufro es una infantil patada en todo el hocico.

No sé muy bien cómo, pero el muchacho tiene técnica de Karateka y saca su piececito regordete, a la velocidad de la luz, y raro es el día que no acabe en mi apéndice nasal. Lo sé, sería más fácil alejarse un pelín, pero qué culpa tendré yo de que el olor de mi pequeño sea como la droga en el ColaCao del amigo Tojeiro (hagan un Googleo y verán lo que es humor costumbrista improvisado).

– Tremendo h*stión, tremendo h*stión…

Aún consternada por la imagen que el espejo me devuelve, reparo en mi nariz, un pelín amoratada y ciertamente dolorida. Lo de los párpados de corcho, las ojeras como AirBags y las arrugas en el entrecejo, tiene solución con cierta destreza con el maletín de maquillaje de la señorita Pepis, pero lo del a nariz…

– Como no me ponga una tirita de esas para respirar mejor, mal me veo…

Y lo que son las cosas, las casi madrugadas, la torpeza que te domina cuando el sueño marca los tempos y sentencia ritmos, que la cosa me parece buena idea. En casa, que no somos muy de hacer deporte en familia que no sea levantar niños a peso (paciente padre con hernia lumbar + madre sin forma física, pero con bíceps de Popeye), no tenemos tiras para mejorar la capacidad pulmonar. Tenemos VicksVaporub como para recebar el monte Fuji, crema de cambio de pañal como para encalar la Torre Eiffel. Kit de emergencia piojicida como si estos parásitos fuesen el siguiente Armagedon. Tenemos toallitas como limpiarle el culete a una manifa de Big Foots. Pero tiras de dilatación nasal, ni están ni se les espera. O sí…

– Pero si me pego una tirita de éstas asííííí…

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MamitaConsejo Súper Mega Importante, quizá el number One: Nunca, pero nunca, nunca, nunca des por válida una idea antes de tomar el primer tazón de café bien cargado. Por mucho silencio fariseo en el que te veas inmersa, por mucha pericia que creas retener en la soledad de tu insomnio, las buenas ideas, a deshora, con nocturnidad, alevosía, mil de sueño y los ojos abiertos a duras penas (a mis párpados-salchicha, me remito), no son never and ever una buena idea.

– ¿Qué haces, amor…? – El paciente padre, arrastrando su buen humor, hace acto de presencia en el baño, que un día fue escenario de cucamonas y tonteos adolescentes entre un hombre y una mujer (sin hijos, claro). Con una lamparita de pilas en la mano, me recuerda un San Luis en procesión – Es que no quería encender la luz, por si se despiertan los bichos…

– Te quiero… – Entre cruzo las manos, clamando al cielo. No despertar a los niños, ese gran regalo de amor verdadero – Lorenzo me volvió a acertar con el pie en la nariz y…

– ¡C*ñoooo…! – Espalda contra espalda, yo frente al espejo, él, a lo suyo: pis en pareja, running gag vital que sólo entenderán las parejas con hijos. Las otras, tiempo al tiempo… – ¡Vaya leñazo! Pero no irás a ir con eso a trabajar, ¿verdad…?

– ¿Con la tirita…? – Arqueo las cejas, y susurro, porque tengo miedo a que nuestra voz desperece a los oseznos.

– No, con la tirita, no… – El paciente padre señala mi nariz – Con e-s-a t-i-r-i-t-a…

– ¡Pues ya me dirás! – Me encojo de hombros – Son las que hay…

Enseño la caja de las tiritas al paciente padre, que no ve otra que me encaje mejor. El tamaño es el adecuado, quizá el único que no me tapa las fosas nasales, tan suyas con el vicio de respirar. Lo único que no le encaja a mi maridito, quizá, es el troquelado.

– Un murciélago verde en toda la nacha, no sé, a bote pronto, impacta… – Se ríe, pero bajito y casi pidiendo perdón, porque los azulejos reverberan los suyo, y los niños captan vida humana en cada ay, ay, ay. Dormidos y todo, son capaces de saber si estamos ya en pie y para ellos (único motivo que encuentran para nuestra posición vertical y condición humana).

– Pues las otras opciones son un pulpo rosa, un delfín violeta o un erizo naranja. No sé, con esta estoy más BatWoman… – Yo también me río, pero al hacerlo se me cierran los ojitos del todo. Esto no es hinchazón, esto es edema, pienso.

– ¡Di que sí! Si hay talluditos que se tatúan no sé qué h*stia en caracteres chinos en toda la espalda, tú puedes ir a trabajar con esa tirita tan absolutamente trendy…

Y me abraza, momento justo en el que todas la alarman se activan en nuestro hogar. ¡Los niños nos han pillado con el carrito del helado! No sólo nos reclaman a voces, lloros, gritos e imperativos, sino que el mayor amenaza con hacer mil pises en la cama si alguien no lo lleva al baño. Abrazaditos, como la foto de National Geographic de los dos monitos recién nacidos, el paciente padre y yo nos damos infundimos ánimos, cariño, apoyo incondicional, contigo, pan y mantequilla y promesas mudas de te debo un aquí te pillo, aquí te mato. Y, de pronto, se me viene a la cabeza un Tweet maravilloso que leí el otro día: ‘Ser padre es levantarse a mear, de madrugada y en silencio, y cuando sales del baño ver que tus niños han montado en el salón el Circo del Sol’. Pues eso, pasen y vean, señores, pasen y vean, a la increíble mujer murciélago, única en su especie, que lo mismo repasa la tabla del 2, que canta por cojoño-enésima vez el volumen 2 de los p*tos Cantajuegos. ¡El circooooo comienzaaaa su funcióóóóón…!

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