Jose Segura / LO QUE HAY
Islandia, ese pequeño país que no rescató a sus bancos y que encarceló o despidió de inmediato a sus políticos corruptos, ha dejado de nuevo una admirable impronta, esta vez en la Eurocopa de fútbol todavía en juego.
Sí, hoy toca hablar de fútbol, pero no como forofos, sino como ejemplo de la inversión pública para tomarse en serio la implantación de un deporte en colegios y barrios, en todas sus ciudades.
En Islandia se construyeron decenas de campos de fútbol cubiertos, que permitieran a niños, jóvenes y adultos la práctica del deporte en un clima tan frío e inhóspito.
Pero no quedó ahí la cosa. Alrededor de 800 islandeses realizaron el curso UEFA de entrenadores. Un curso que tiene un coste elevado, pero que ofrece una gran calidad formativa.
Así, cerca de 200 entrenadores islandeses tienen la máxima calificación, la A, y otros 600 la B. Una enorme cantidad de profesores muy bien formados que se dedicaron a enseñar a jugar al fútbol a los isleños. Baste imaginar la cantidad de escuelas infantiles, institutos, universidades y peñas que han contado con un entrenador de alto nivel, sólo para jugar, sin ánimo de profesionalizarse. Por el placer de practicar un deporte.
De hecho son muy pocos los jugadores de fútbol islandeses que son plenamente profesionales. Baste recordar que para formar la selección que tan buen sabor de boca nos ha dejado, incluso a los que no amamos el fútbol, hubo que convocar jugadores que andan repartidos por todo el mundo. Incluso fue difícil, conformar un completo equipo técnico en el que hasta los utileros deben ser profesionales, como manda la UEFA.
Apenas si hay equipos en la liga islandesa. Siete u ocho, no más. Y en esos equipos juegan, como mucho, semiprofesionales. La inmensa mayoría de los jugadores de la isla son simples aficionados a este deporte, que comparten con otras actividades profesionales. Y aun así, han conseguido una selección nacional capaz de vencer a equipos de alta raigambre. Esto es un mérito innegable para un país de algo más de 300.000 habitantes, pero que tiene las cosas muy claras en cuanto al destino y al éxito de sus inversiones públicas.
Y es tanto el calado social de los resultados de esta inversión deportiva a nivel nacional, que los islandeses han sentido su participación en la Eurocopa como un éxito colectivo capaz de que todos sus ciudadanos se hayan sentidos más unidos y orgullosos que nunca. Sin necesidad de lemas burdamente patrióticos. Sin violencia. Sin desmadres. Sólo con un grito formado bajo sus brazos en V, que ha dado la vuelta al mundo y captado las simpatías de millones de espectadores.
Benditos vikingos, que desde el inicio de la crisis no paran de darnos lecciones.
Twitter: @jsegurasuarez
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