El desastre de la izquierda (I)

Jose Segura /LO QUE HAY

Un primer análisis pasa, necesariamente, por la cuestión de las encuestas.

Durante semanas, desde la propia encuesta preelectoral del CIS, la izquierda española se situaba en cabeza ante las esperadas votaciones del pasado 26J. Unidos Podemos adelantaba notoriamente al PSOE, aunque este se mantenía en una posición relativamente razonable.

Más tarde, todas las encuestas realizadas por empresas demoscópicas para diferentes medios de comunicación, confirmaban el espectro anteriormente dibujado por el CIS. Incluso las encuestas realizadas a pie de urna confirmaban las previsiones iniciales.

Pero llegaron, muy pronto, los resultados de las votaciones y, con ellos, la mayor sorpresa electoral desde la transición democrática.

Y obviamente surgen muchas preguntas ante el giro de la situación, desde una predicha victoria de la izquierda, hasta uno de sus fracasos más inesperados.

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La primera pregunta es obvia: ¿cómo es posible semejante diferencia entre las encuestas –principalmente la realizada a pie de urna- y los resultados finales? La contestación, precipitada curiosamente con la presencia de altos cargos de empresas demoscópicas en el Fórum de Nueva Economía, en la mañana del mismo lunes 27, apenas resolvía las dudas. Estos profesionales afirmaron que los españoles no mienten en las encuestas y que todo el error se debía a una metodología obsoleta que el sector debería revisar.

La segunda pregunta se refiere al más de un millón de votos perdidos por Unidos Podemos y sus confluencias: ¿a dónde han ido a parar tantos votos? Porque ni la abstención ni los trasvases de votantes entre partidos, justifican tan elevada pérdida. Se comprende el desconcierto mostrado por los altos cargos de la coalición, en la que muchos de los profesores que conforman su directiva se disponen a realizar su propio estudio demoscópico en busca de respuestas.

Pero hay más: ¿cuántos votos han enviado los españoles emigrantes que viven en otros países? Esta es una pregunta importante, tanto por la dificultad que encontraron para ejercer su derecho, como porque resulta más que razonable que no estén precisamente contentos con el partido ganador, que precisamente les ha condenado al ostracismo nacional. Estos votos enviados desde el extranjero, cuentan con seis meses para ser contabilizados por las juntas electorales y, en su caso, variar o no la composición de unas cámaras que para entonces estarán más que constituidas. Cierto que hasta hace poco estos votos no resultaban significativos, pero también lo es que nunca como ahora en democracia, tantos españoles han tenido que emigrar en los últimos años.

Y por último, aunque podrían surgir muchas otras cuestiones más: ¿por qué se otorgó a la empresa INDRA –salpicada por el caso Púnica- el contrato de tratamiento de los datos electorales, sin concurso público como en todas las anteriores ocasiones? Han tenido que llegar los tentáculos de la corrupción hasta el momento que debe ser percibido como inmaculado por los votantes, en uno de los momentos más cruciales de nuestra historia democrática.

Mañana, más.

Twitter: @jsegurasuarez

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