No hay mejor cuidado

Noe Martínez / LIVING LA VIDA MADRE

SUGERENCIA MUSICAL,
«Take good care of my baby», de Bobby Vee

 

Junio. Ahora que soy yo la que firma, festeja y colecciona boletines de notas, este mes es mucho más que el inicio de época estival. Este mes es el ‘San Compóntelas como puedas’, es el ‘los abuelos, ese gran invento del ser humano’, es el ‘mamá, el bañador me aprieta el culete’, es el ‘¿a la cama yaaaa? Es que aun es de díííía’, es el ‘pichiiiina, pichiiiiina, banera, nooo: jolo pichiiiiina’* (´piscina, bañera, no: sólo piscina´, bebé al habla). Cuando eres tú la que pone normas, solventa obstáculos y hace números acrobáticos para que lo personal y lo laboral bailen un tango sin pisarse, Junio es mucho más que un mes: junio es el chupinazo sanferminero de la locura colosal familiar.

– ¡La lógica del orto, eso es…! – Con la agenda del bebé en la mano, bufo como un miura en el pasadizo de toriles – Guarderías que cogen vacaciones es como navidades en las que los de Oriente no llegan porque aduanas les retuvo la mercancía…

– Humor que no falte, esa es mi chica… – El paciente padre, se sonríe, pero sabe que no es humor, sino sarcasmo – Al menos, pudimos escoger el mes en el que Lorenzo no va a ir…

– ¡Oh, qué magnánimo este sistema de m*erda, que vela y coordina la conciliación familiar!

Hago reverencia-chufla con tanto ímpetu, que acabo con la frente contra la esquina de la mesa de la cocina, lugar sacro santo en el que se toman las decisiones súper-mega importantes, que ya nunca tienen que ver con un encontronazo salvaje hombre-mujer, que vaaaaaaaaaaaaaaaaa, sino con quién lleva al mayor al cumple del próximo sábado, si el bebé participa en el festival de fin de curso o si el mayor lleva visera, mochila pequeña y tenis de velcro a la excursión. Me duele mi cabecita loca, pero más me duelen las ideas, pensando en cómo vamos a hacer ese mes que no contamos con la ayuda de externa para que todo funcione como debe en esta casa de amor a calderos…

– Malo será…

¡Tate tomate! Welcome, ya asomó el gen galaico. Porque así somos los nacidos en este lugar verde, lluvioso, poco soleado y el que ponemos churrasco hasta para celebrar que perdió el Celta (los desánimos con barbacoa, se llevan mucho mejor). Malo será es nuestro mantra, es el estribillo pegadizo de la cantinela que nos queda. Malo será es la pastillita debajo de la lengua cuando el agobio se apodera de nosotros. Con todas y con esas, el paciente padre y yo no queremos acogernos a su providencia cuando del cuidado de los niños se refiere. Malo será, por no decir me c*go en todo lo que se menea…

– Ya, pero la semana que viene tenemos el petate encima y… – Desquiciada, unto Nocilla en el bocadillo del mayor, sin reparar en que me estoy pasando con la cantidad.

– Nena, si va merendar crema de cacao por cucharadas, mejor dale el vasito y que se sirva solo… – El paciente padre me calma ansiedades a golpe de abrazo, sacándome de las manos el pan, la Nocilla y el cuchillito de postre con el que la extiendo.

– Eeeh… – Protesto – no corta… – Señalo el no-filo del cubierto.

– Yo no apostaría nada al respecto: eres un imán para las autolesiones y el disparate…

– ¿Sabes lo que haría yo con los que establecen normas de cara a la pared…? – Busco cobijo bajo el ala de mi maridito (ahora ya no paciente padre, que estamos en momento de casi intimidad), blandiendo el cuchillito como si fuese la zanahoria de Escarlata, en Gone with the wind.

Pum. Catapum. Aymamámamámamá. YoNoHiceNadaaaa. Buaaaah. Mamamamamamá.

Nohabertemovidoooohombreeee.

Y como si el roce de la epidermis de papá y mamá actuase como magnetita con el ‘la he liao parda’, nos llegan quejidos lastimeros, síntoma inequívoco de que en salón ha tenido lugar maravilloso sindiós.

– ¿Peroooo qué pasaaaa…?

Al unísono, nos manifestamos y presenciamos en el lugar de los hechos; lo que nos encontramos, más tiene que ver con una carroza de carnaval, que con un lunes cualquiera de este mes pavoroso, llamado junio.

– Nicolás, ¿pero cómo se te ocurre pintarle la cara al bebé con el rotulador azul…? – Me tiro en plancha a por el arma homicida – ¡Es que no se os ocurre una buena, ni unaaaaa…!

– ¡BuaaaahbuahhhhmamáColásUpaMiSeeejaaaaAjuuul…!*

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Buah, buah, mamá, Nicolás me hizo pupa en la ceja con la pintura azul* (Google Translator es una aficionado al lado de cualquier padre: ¿la piedra Roseta? Por el arquito del Triunfo, oyes…) Dijo el bebé en su medio lengua; y dijo bien, porque su hermano mayor le había perfilado las cejas con rotulador, con idéntica entrega que un tatuador perfeccionista. Trazo firme, que no recto, como dos paréntesis con Parkinson, así lucían las falso-cejas de mi bebé.

– ¡Mira, Nicolás, te voy a sentar en la esquinita de pensar y no vas a salir hasta que cumplas 20…!

– ¿¡Veinteeeee…!? – Mi mayor hace cuentas con los dedos, con cara de dúplex – ¿Cuando tenga veinte voy a tener moto…?

– ¿¡Moto…!? – Entrego al bebé al paciente padre, que aguanta la risa al ver la expresión de muñeco diabólico que tiene Lorenzo con esas cejotas siniestras – A este paso, tú a los veinte lo que vas a tener es callo en el culo de esperar a que te levante el período de reflexión…

– Has dicho culo… – Nicolás, o el arte de tener siempre la última palabra.

– Y me reafirmo: callo en el c-u-l-o… – Brazos en jarras: mamá-ánfora en modo ON – ¿Pintarle la cara de azul a tu hermano…? – Perpleja, arresto el rotulador, en la parte alta del armarito de las manualidades.

– No es azul… – Mi mayor, ya en la esquinita de pensar, no levanta la mirada. Llámale vergüenza torera, llámale ‘sois una pandilla de botarates, insensibles al arte urbano facial’.

– ¿Cómo dices…? – Le levanto la barbilla para que me mire a los ojos.

– No es azul: es verde agua marina… – Y hace mueca de listillo, como diciendo ‘ésta no te la esperabas’.

Oigo una carcajada monumental desde la cocina: el paciente padre, obviamente destornillado de risa. Me llega letanía cuchufletera, el agua marina es el color del verano, Lorenzo, vas a la moda, el agua marina es el color del verano, Lorenzo, vas a la moda, el agua marina es el color del verano, Lorenzo, vas a la moda, el agua marina es el color del verano, Lorenzo, vas a la moda…

– Nicolás, en esta casa no podemos hacer lo que nos dé la gana, de manera individual, ¿sabías…? – Difícil mantener la compostura de mamá dignísima ante la ocurrencia del gato panza arriba – Tienes que pensar en las consecuencias de las cosas antes de hacerlas, y después valorar…

– Pero yo ya lo pensé, mamá: es que el bebé se movió sin avisar, y así me salieron las cejas de torcidas, ¿qué te crees…?

Apaga y vámonos, campana y se acabó. No es que perpetuarle las cejas a su hermano sea un hecho de difícil respaldo (lógica mediante), es que no le quedaron bien, porque el sujeto pasivo con pañal tuvo a bien moverse, quizá en aras de una fuga necesaria para conservar los dos ojos en condiciones. No me quiero reír, no me quiero reír, no me quiero reír…

– ¿Te estás riendo, mamita…? – Me dice mi mayor, no teniéndolas todas consigo,

– No, lloro para dentro, hijo…

Y dos lagrimones fenomenales, fruto de carcajada solapada, se precipitan cara abajo. Nicolás se apresura a limpiármelas con la manga de la camiseta, en la que, oh, oh, también hay pintado un reloj, de color agua marina (no confundir con azul, gracias).

– ¿Es porque Lorenzo no tiene guardería en junio, verdad…? – Gesto circunspecto, todo lo circunspecto que puede ser el gesto de un golfo de cinco años.

– Y sí, claro, eso también…- Beso la frente de mi mayor – Pero bueno, malo será…

¡Otra vez la burra al molino! Cuando malo será es la moneda de cambio, es que el espíritu de Breogán se ha apoderado de esta nuestra paternidad.

– Papi, hay que llamar a tu madre y pedir auxilio…

Un hurra por las administraciones, que se aprovechan de la galleguidad y el riquiñismo de los papás en apuros. Abuelos, un sueldete os merecíais. O dos y paga extra, claro. Ains…

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