Olvidos electorales

Jose Segura / LO QUE HAY

Nuestra compañera de columna, Susana Gisbert, es una esforzada activista en las redes sociales sobre asuntos de su especialidad, como la justicia o la violencia de género. Y no es la única jurista que clama al cielo, porque los partidos políticos apenas si hacen mención a estas dos grandes demandas sociales. Ni saben ni contestan. Y hay que denunciar estas carencias.

No sólo los juristas ni los periodistas especializados en tribunales demandan un mayor interés de los partidos políticos por la solución de estos dos graves problemas. También somos muchos los ciudadanos preocupados ante el desinterés político por causas tan necesarias para una convivencia justa y en armonía. Aunque la realidad que refleja la última macroencuesta del CIS resulta descorazonadora, al situar ambos problemas en posiciones de escasa relevancia para el conjunto de los españoles, posiblemente inconscientes de su importancia.

He puesto por delante la justicia, porque de un correcto discurrir de la misma emana todo lo demás.

La justicia –a la que tantos ciudadanos acudimos o acudiremos, directa o indirectamente, a lo largo de nuestra vida- se encuentra en una situación claramente depauperada, maltrecha y apaleada. Sin los medios necesarios para ejercer sus funciones con eficiencia y eficacia. Olvidada durante décadas por los gobiernos de cualquier color que han existido, ha recibido al final de la legislatura comandada por el PP uno de sus golpes más bajos, como es la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal, que sin resolver la carencia de medios en los juzgados, se ha atrevido a acortar brutalmente los períodos de instrucción, en una clara demostración de que lo único que realmente les interesa de la justicia es que no afecte a sus muchos correligionarios investigados por corrupción.

Pero nada hemos oído apenas en los discursos y debates de los partidos políticos durante esta campaña electoral, que aporte como mínimo un poco de esperanza. Tuvo que ser, una vez más, el deslenguado Juan Carlos Monedero quien mencionara la justicia, para de manera torticera exigir que el nuevo gobierno pilote la justicia de manera dictatorial. Esperemos que, simplemente, se expresara mal.

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Y así, en medio de esta justicia que en vez de la consabida venda en los ojos, pareciera llevar mordaza y ataduras en las manos, nos encontramos –ahora sí- con la principal lacra social actualmente existente en España: la violencia de género. Una lacra social que supera al paro y a los efectos de la corrupción, porque atañe a la seguridad de las personas –de las mujeres en este caso-, hasta el extremo de haber causado tantas muertes en la última década como las que produjo ETA a lo largo de toda su terrorífica historia.
Pero esas muertes, demasiadas, no son los únicos efectos de la violencia machista. Decenas de miles de mujeres son golpeadas física y psicológicamente por sus parejas, aunque no todas lleguen a los juzgados ni encuentren en la sociedad el apoyo necesario para defenderse de sus maltratadores.

Como tampoco se ha puesto remedio en el principio de todas las soluciones a la falta de civismo: la educación. Porque ni la nueva LOMCE ni los diversos programas políticos que vamos a votar el próximo domingo, ejercen la presión mínima necesaria para acabar con esta inaceptable situación que permite que las mujeres sean vejadas, golpeadas o asesinadas por unos maridos, novios o amantes incapaces de contener sus más bajos instintos.

No quisiera entrar en el agravio comparativo que supone el anterior interés político por acabar –o gestionar hipócritamente- con el terrorismo de ETA, ante el pasotismo tan insultante que demuestran ante la violencia de género. No, no voy a entrar, al menos hoy, porque esta dicotomía daría para todo un libro en el que los políticos no saldrían precisamente bien parados.

Así que, ante el silencio de los partidos frente a las urgentes necesidades de la justicia y de la solución de la violencia de género, sólo nos va a quedar el derecho al pataleo y la presión constante de todos aquellos ciudadanos que seguimos avergonzados por semejantes olvidos.

Twitter: @jsegurasuarez

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