Jose Segura / FILOSOFÍA IMPURA
De vez en cuando, aunque cada vez con más frecuencia, renacen viejos conceptos, con nuevas o tradicionales denominaciones, que pueden llegar a exasperar como la más hortera de las modas. Periodistas buenos, medianillos y malos, tertulianos, columnistas, conferenciantes y otros profesionales de mejor o peor vivir, los utilizan hasta la saciedad para integrarse en no sé qué secta cultural. Algo así ocurre con la ahora manida expresión “zona de confort”.
Todavía está caliente el exceso de uso de la palabra oxímoron –casi nadie revivió el palíndromo-, como tan reciente lo está eso de poner en valor, cuando la torturante “zona de confort” ha invadido nuestras vidas como si antes no hubiera existido un pasado.
Debe ser porque tanto el aborregamiento como su pariente el conformismo imperan en una sociedad que paulatinamente va renunciando a sus derechos, sin apenas lucha y bajo el triste lema de vida “ande yo caliente y ríase la gente”.
Ese convenenciero aletargamiento social en el que muchos ciudadanos han encontrado un modo de vivir fácil y tranquilo, nos está llevando sin remedio al más absoluto fracaso social. Algo así como encontrarse en un estado hipnótico y aparentemente satisfactorio, que sin remedio nos lleva a la decadencia. Son ya muchos los que habiendo encontrado un equilibrio mediocre, han renunciado al avance social.
Ya ocurrió algo similar durante el franquismo, cuando las nuevas clases medias españolas se formaron por muchos ciudadanos, que una vez alcanzado suficientemente lo material, creyeron que aquel régimen maldito no era tan malo.
Además, la susodicha zona de confort significa también la renuncia a la solidaridad, tantas veces justificada con unos cuantos pequeños donativos a diversas ONG. Un “ya he cumplido”.
En filosofía, muy impura hoy porque es política, esta zona de confort nos ha distraído, postergando sistemáticamente los retos y haciendo que los ciudadanos olviden sus derechos. No nos damos cuenta de que debemos reformar una sociedad que está a la deriva, que se encuentra en una verdadera descomposición, ostensiblemente desequilibrada. (Mi agradecimiento al sociólogo Cándido Mercedes, de cuyo artículo ‘Zona de Confort como filosofía política, he extraído hoy mis necesarias notas)
Así que yo también me vuelvo a mi zona de confort –que no volveré a nombrar-, cerrando por hoy mi artículo y disponiéndome a buscar una terracita en la que corra el aire, donde tomar un par de cervecitas y ver pasar a la gente, mientras me saludan los conocidos y me sueltan eso de “qué bien vives”. Así se pasta en el rebaño, hasta que los borregos llegan al matadero.
Twitter @jsegurasuarez
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