Jose Segura / LO QUE HAY
Habiendo tanto para escribir, una vez pasada la catarsis que me ha tenido apartado de la tecla, ha tenido que ser de nuevo el odio creciente la causa de mis líneas. Odio, que una vez más, se enmadeja con el ocio a mayor paradoja de tanto sinsentido.
Este fin de semana nos ha traído más terribles muestras de la degradación creciente del ser humano y del mal rollo, de la intransigencia, de la intolerancia y, sobre todo, de la violencia.
El viernes moría asesinada la cantante Christina Grimmie mientras formaba autógrafos tras un concierto, con tan sólo 22 años y toda una vida por delante. El matarife se quitó la vida de inmediato pegándose un tiro en la cabeza, que bien podría haberse disparado antes de su terrible acción.
Pero el asesinato de la artista fue sólo un preludio de todo lo que se nos vendría encima a las pocas horas.
En Francia, primero en Marsella y después en Lille, el puñetero fútbol –que tantas desgracias nos trae por la violencia de sus hinchas a lo largo y ancho del mundo- tiñó de sangre la Eurocopa con altercados absolutamente impropios de un evento creado para competir sanamente y divertirse como espectadores.
Pero el fútbol ha sobrepasado, parece que sin remedio, todos los limites admisibles de las alharacas propias de los fans. Son ya demasiadas décadas en los que el deporte rey de la violencia de sus espectadores, ha causado cientos de asesinados y heridos entre los que absurdamente defienden sus colores hasta la muerte. Urge pues una revisión profunda de esta lamentable situación que ni las comisiones antiviolencia ni las llamadas al “fair play” son capaces de contener.
Aunque estos terribles y deleznables sucesos se vieron superados por la matanza ocurrida en la discoteca gay “Pulse”, de Orlando (Florida), en la que un descerebrado, sea terrorista de ISIS o no, asesino a 50 personas y dejó heridas a varias decenas más de seres humanos que simplemente estaban de fiesta.
Si en cualquier asesinato rige el odio o la sangre fría, en el caso de la discoteca primó la intolerancia al diferente, como muestra de que todavía nos falta mucho en cuestiones de educación cívica y convivencia entre humanos.
Y así, como en tantas otras ocasiones, se mezclan mortalmente el ocio y el odio, como si de una venganza por los aquelarres ante el becerro de oro se tratara. No hay religión, ideología ni deporte que justifique semejante e insufrible barbarie. ¡Basta ya!
Twitter: @jsegurasuarez
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