Enrique Arias Vega / A CONTRACORRIENTE
Europa no vive, precisamente, su mejor momento de las Ćŗltimas dĆ©cadas. Desconcertada sobre su identidad, escĆ©ptica sobre su presente y pesimista sobre su futuro, se revuelve en convulsos movimientos antagónicos, cuyo Ćŗltimo y mejor exponente han sido el alineamiento de los austrĆacos tras un ecologista radical, por un lado, y un extremista autoritario, por otro.
Motivos no sobran para esta esquizofrenia colectiva, agudizada tras la crisis económica de 2008 y que alcanza su apogeo con la devastación del sur del MediterrÔneo, el terrorismo yihadista y la invasión de masas desesperadas que huyen de conflictos en los que la misma Europa ha colaborado con su ignorante ingenuidad,
Ante todo esto, un continente angustiado no sabe adónde mirar y duda, interesadamente o no, sobre la pervivencia de sus instituciones. De ahà el crecimiento de los nacionalismos, el euroescepticismo, el auge de la extrema derecha y la propuesta de salida britÔnica de la UE.
El panorama no resulta nada alentador para una Europa asustada de sĆ misma, de su crecimiento desordenado y de la imposibilidad de mantener las cotas de bienestar alcanzado en sus mejores momentos.
No obstante, lo que mÔs preocupa a la Unión Europea en este mismo momento, según algunos analistas, no es ni la crisis griega, que da ya por amortizada, ni la inmigración musulmana, que considera encauzada, ni protestas como la de los franceses ante las reformas, inevitables o no, de su aparato económico. La mayor preocupación de la UE, aquà y ahora, es España y el resultado de sus próximas elecciones.
Nuestro paĆs tiene un peso determinante en Europa y sus problemas pueden desestabilizarla. ĀæY cuĆ”les son Ć©stos?: una economĆa que no acaba de enderezarse y con un paro endĆ©mico y desolador, la posibilidad de que una izquierda antisistema alcance el poder y ponga patas arriba el sistema polĆtico y productivo y, finalmente, los movimientos separatistas que podrĆan cuartear EspaƱa.
En algunos despachos europeos, al parecer, esta posibilidad resulta sencillamente aterradora. SerĆa, segĆŗn ellos, el pistoletazo de salida de un āsĆ”lvese quien puedaā, que acabarĆa con la inestable unidad continental. En esa hipótesis, la fragmentación de EspaƱa podrĆa contagiarse a algunas otras regiones europeas y, en cualquier caso, supondrĆa el final de la UE tal como ahora la conocemos.
No sé que hay de cierto o no en esas previsiones. Lo único seguro es la importancia de las próximas elecciones legislativas en una España que no da muestras a sus socios europeos de saber salir de la maraña en la que estÔ enredada.
@EnriqueAriasVeg
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