Pedro Hermosilla / HISTORIAS PARA UN RATICO
…Todo eso unido a que la zona musulmana estaba dividida en las Taifas: pequeños reinos independientes y muy a menudo enfrentados entre ellas -lo mismico que las autonomías estas nuestras- convencieron a nuestros pitufimoros a poner orden en las tierras del profeta. Llegaron a miles, antes de entrar en la batalla hacían un ruido del copón con sus tambores; sólo de oírlos los enemigos, fueran cristianos o andalusíes, -a todos los quitaron de en medio.-, les entraba el tembleque de piernas y entonaban el “Virgencita , Virgencita que me quede como estoy”. Alah les tenía reservado el paraíso si morían en acto de servicio,-léase “Guerra Santa- y si tenían la mala suerte de sobrevivir a la batalla y perderse el “paraíso”, las ricas vegas y valles hispánicos los compensarían en vida…Total que se quedaron y conquistaron terruño patrio hasta hartarse.
Los llamaban los “hombres azules” y son los antepasados de los actuales Tuareg (de los pocos que quedan) y el mote viene de las prendas que utilizaban para protegerse la cabeza y la cara de las arenas, del sol, del polvo, del viento… .-recordemos de que venían del desierto-, eran de color azul y desteñía con el sudor Jajaja ¡Hay que joerse!
¿Que quién acabó con estos seres azules? Pues descubrieron de que eso de rezar cinco veces al día mirando a la Meca molaba, pero que también lo hacían las preciosas mujeres de Al-Andalus, sus sabrosos caldos… de nuevo la relajación de las costumbres, la buena mesa, la nueva división en reinos de taifas , la presión de los cristianos del norte y…de nuevo los alfaquíes más cabreos que un mono.
Total que todo este rifostio tuvieron que venir a arreglarlo los almohades, que también eran fanáticos, pero estos molaban menos porque ni siquiera eran azules como los pitufos.
Agregar comentario