Cervantes vs. Shakespeare

Jose Segura / LO QUE HAY

Según quien escriba la historia, se hacen más relevantes unos personajes que otros, como tal ocurre en la imposible pero existente rivalidad entre Cervantes y Shakespeare. Novelista el primero y dramaturgo y poeta el segundo, son los adalides literarios de los dos idiomas occidentales más hablados del mundo: el castellano y el inglés.

Y la tal rivalidad se ha exacerbado durante años y años, debido a la coincidencia –más o menos aproximada según calendarios- de la fecha del fallecimiento de ambos ilustres, lo que ha permitido con una frecuencia exasperante que millones de ciudadanos del planeta mantengan, hasta la saciedad, tan artera comparación.

Entrar en el juicio de la calidad de ambos escritores resultaría una estupidez de imposible solución, ya que se sustentaría necesariamente en apreciaciones subjetivas. Pero si hablamos de popularidad, la cosa cambia.

William Shakespeare parte con ventaja en cuanto a la fama, debido fundamentalmente a que este escribió fundamentalmente drama y comedia, representados constantemente en el teatro como más tarde en el cine o en la televisión. Y contra esa innumerable cantidad de representaciones, versiones, actualizaciones y festivales dedicados al autor, es muy difícil luchar. Aquí, la batalla de la inmortalidad recae impepinablemente en el autor inglés.

En cambio, Miguel de Cervantes sustenta su fama popular en una sola obra en forma de novela: Don Quijote de la Mancha. Una novela magnífica, demoledora en su análisis social, tanto de aquella época como por su perfecta aplicación a la actualidad, pues del ser humano y sus miserias trata la obra más conocida mundialmente de nuestro autor de bandera, pero que en igual manera ha eclipsado al resto de la nómina de Cervantes.

Además, con el Quijote se ha hecho una tarea bastarda, empecinada en obligar a digerirla por alumnos de una edad demasiado temprana, para los que con seguridad la obra resulta un auténtico peñazo, sea por su gran volumen, por su lenguaje de época o por el simple hecho de la obligatoriedad de su lectura. Flaco favor hemos hecho los hispanoparlantes a nuestros niños y jóvenes con semejante presión.

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Y luego, como siempre que se barajan símbolos nacionales, está la política, en la que radica en gran medida esta absurda rivalidad. España ha denominado Cervantes a su red pública de institutos culturales repartidos por todo el mundo, con nuestra exclusiva letra ‘Ñ’ abanderando su marca. Al Reino Unido le ha bastado con la infinidad de manifestaciones culturales que cada día se celebran en decenas de teatros del mundo, consiguiendo que miles y miles de ciudadanos se lo pasen pipa vivenciando las lágrimas o las risas provocadas por Shakespeare. Nuestro español autor necesita apoyarse en lo público y en lo obligatorio, mientras que el liberalismo es suficiente para mantener la gloria del inglés.

Llegamos así a la reciente celebración del 400 aniversario de la muerte de ambos autores. El de Cervantes ha caído lamentablemente en malos tiempos para la lírica, con un gobierno ultraconservador y apático que apenas ha promovido los necesarios y merecidos fastos en memoria de D. Miguel. Triste y escaso ha resultado el recuerdo dedicado a nuestro insigne escritor, impidiendo así que los millones de personas que hablamos castellano hayamos sentido la emoción que tal aniversario requería, para mayor gloria de nuestro escritor más simbólico.

Mientras, los pragmáticos ingleses han hecho coincidir la visita de Obama a Londres –destinada a otros asuntos más prosaicos- con el aniversario de Shakespeare, entre cuyos actos se programó la asistencia de la familia presidencial norteamericana al actual ‘The Globe’, teatro dedicado al gran autor que lo fundó.

La aparición de Obama en esta sesión teatral ha sido vista en los telediarios de todo el mundo y comentada en cientos de miles de publicaciones. A ver quién lucha contra esta jugada de marketing institucional de gran magnitud.

Así son las cosas. Yo sí he leído el Quijote, más o menos a los 25 años por vez primera. Y he visto en teatro y cine las fabulosas obras del gran inglés. En cualquier caso, entre Cervantes y Shakespeare, me quedo con los dos. Motu proprio, no porque nuestro gobierno me haya instado estos días a tomar partido.

Twitter: @jsegurasuarez

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