Jose Segura / LO QUE HAY
Corrían los últimos años 80 y primeros 90 del pasado siglo y Valencia ofrecía periódicamente los mejores conciertos de pop, rock y jazz del circuito internacional. La incipiente Rita ya daba señales de vida en la política y de Zaplana no sabíamos apenas nada.
En nuestros grandes escenarios, como el actual Mestalla, la plaza de toros, los jardines de Viveros o la Plaza de la Virgen, tuvimos ocasión de acudir a conciertos tan magistrales y tan dispares como los de George Benson, Joe Cocker, Juan Luis Guerra y sus 4/40, Pat Metheny, Chuk Mangione, o los españoles Jorge Pardo y Joan Bibiloni. Y siempre contando con la presencia de Joan Manuel Serrat.
Pero en mi memoria, quedó grabado para siempre el concierto de Prince. ¡Cielos, qué gozada! Sin alardes escenográficos de otra galaxia como los que se llevan ahora, el pequeño Prince nos otorgó un espectáculo excepcional. Composiciones magnificas, cuyos títulos omitiré para no extenderme demasiado. Canciones y bailes impresionantes que nos dejaron perplejos a muchos por su belleza y dificultad.
Pero hubo algo que fue para mí una gran sorpresa por su novedad y eficacia musical: las polifonías que salían de su guitarra, tuviera o no ayudas electrónicas externas –que seguro las llevaba-. Con esas guitarras diseñadas con el propio estilo gráfico de su marca personal. Con esa maestría de un instrumentista, aún muy joven, que nos volvía locos con sus impresionantes solos. Sí, las polifonías, similares a las mil caras de Prince y a sus gritos artísticos e innovadores.
Con Prince vibró el estadio, totalmente lleno, gracias a la magia de aquel fabuloso recital, para muchos inolvidable.
Hoy, en este año tan nefasto para la música en el que han desaparecido el rey del glam David Bowie o nuestro paisano Manolo Tena, la parca se ha llevado a Prince, a una edad todavía joven y prometedora de nuevos éxitos. Y nada más conocer la noticia, me vino rápidamente a la memoria aquel rato, para mí imprescindible, como aquella noche de 1990 en la que Prince demostró ser uno de los mejores artistas del mundo.
Eran otros tiempos en los que Valencia vivió su propia movida cultural, que aun no siendo propia sí lo era al menos ajena y espectacular. Una Valencia integrada en los circuitos musicales de los grandes artistas que circulaban por Europa y que consideraban nuestra ciudad como un lugar ineludible para actuar. Siempre ante un público numeroso, entendido y agradecido.
Pero ahora, tras estas décadas de oscuridad cultural que nos han dejado los gobiernos autonómicos y municipales del PP, Valencia es un erial en lo que a cultura se refiere. Ni conciertos de suficiente nivel, ni grandes exposiciones, ni nada de nada especial que llevarnos a la meninge.
Eso sí, tenemos una Ciudad de las Artes y las Ciencias arruinada, un circuito de Fórmula 1 abandonado, un museo como el IVAM, totalmente esquilmado y fuera de onda y una abrumadora sequía de grandes eventos culturales. Zaplana, Camps y la Barberá se han comportado con la cultura y con la modernidad como aquel golpista asesino llamado Millán Astray, cuando gritó: ¡Muera la inteligencia! Y la cultura, añado.
Twitter: @jsegurasuarez
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