Susana Gisbert
Lo sé. Soy una pesada de tomo y lomo. Mi madre dice que esto es ser tenaz, pero hay quien insiste en lo que soy es más terca que una mula, así, sin paños calientes ni nada. Cuestión de opiniones. O no.
Pero ¿cómo no insistir si cada vez que una enciende la tele le asaltan todo tipo de engendros?. Y no porque me gusten o no, que ya dice el refranero que nunca llueve a gusto de todos y que para gustos hay colores. Sino por lo que evocan todos esos programillas y sus anuncios soltados así, de repente, con alevosía y ‘primetimeidad’. Y no por mí ni por las personas adultas y teóricamente formadas, que ya somos mayorcitos para desconectar, sino por todos los jóvenes, adolescentes y niños que se quedan con la copla y acaban integrándola en el disco duro de su cerebro, ése con el que tendrán que ir manejándose por la vida.
Imagino que los avezados lectores sabrán de sobra a qué me refiero. Y si no, mal vamos. Pero por si acaso me explicaré. Hartita estoy –por no decir hasta el moño- de la existencia de programas donde granjeros buscan esposa, princesas buscan príncipes, madres buscan novios para sus hijas o hijos o, amigos o familiares entregados, un nuevo aspecto para alguien como modo de decirle que me pareces horroroso u horrorosa. Y hay más. La enésima edición de un programa donde uno de los requisitos es no leer un libro ni un periódico, con sus versiones para famosos, en isla o sin ella, o de otro donde jóvenes recauchutados de uno u otro sexo van a ir probándose unos a otras, como si fuera una degustación para ver con qué menú se quedan después de haberle hincado el diente a varios.
Y lo último. Rizando el rizo. Un reality show dedicado a unas muchachas que supuestamente –dudo mucho que sea verdad- quieren ser monjas. Con sus hábitos y toda su parafernalia. Algo que me tiene todavía hablando sola, una vez pude cerrar la boca que se me había quedado dos palmos abierta de pura estupefacción.
Pero insisto de nuevo. Lo que me espanta no es que estos programas estén en la parrilla de emisión. Siempre se puede apagar la tele. Lo que me espanta de verdad es la razón por la cual están ahí. Que no es otra que porque tienen audiencia. Y mucha. Y además de un público joven. Ese que se tendría que estar preocupando por salvar el mundo del desastre que les hemos dejado quienes les precedimos.
Y luego pasa lo que pasa. Sin ir más lejos, que el día de los terribles atentados de Bruselas había un montón de tuiteros por las redes quejándose de que interrumpieran el programita de marras porque se quedaban sin ver a quién eliminaban o quíén se quedaba, que era lo que realmente les importaba. Y, hace varios días, mientras en otros países se organizaban concentraciones exigiendo dimisiones, aquí se hacía otro tanto en apoyo de un concursante de Gran Hermano.
Y eso no es lo peor. Lo peor es que esos modelos de jóvenes recauchutados, o preocupados solo por el aspecto físico, o que no tienen otra ambición en la vida que encontrar una media naranja a la vista y revista de todo el mundo, van creando escuela. Los niños se preguntan para qué estudiar y formarse si pueden acabar en el paro o con un trabajo mísero si determinados tipos sin un ápice de formación ganan dinero a espuertas exhibiendo públicamente su ignorancia. Como si fuera además algo de lo que presumir.
Ya sé que los medios de comunicación son un negocio. Y que los señores que los llevan quieren ganar dinero y no van a dejar de emitir estos bodrios mientras haya un montón de gente que los ve y por ende un montón de anunciantes que llenarán las arcas de la cadena. Pero sí pido un poquito de responsabilidad. Que respeten el horario infantil no solo en la emisión, sino en los avances. Que revisen los contenidos. Y que actúen también los poderes públicos dentro de su cuota de responsabilidad. De nada sirve una ley que proscribe las informaciones que tengan carácter sexista si no se prevé una sanción dura para quienes las emiten.
Ya sé que pido mucho. Pero, como decía al principio, soy tenaz, o terca, según quien lo juzgue. Dejémoslo en cabezota, que eso lo entiende todo el mundo. Como entiende que, por esos mismo, seguiré insistiendo. Vaya que sí.
@gisb_sus
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