Jose Segura / Filosofía impura
La descomposición ética que impera en las principales instituciones europeas, Comisión, Consejo y Parlamento, es un claro síntoma de que el paso del tiempo y el revisionismo de las ideologías –para peor- son capaces de enviar al olvido los principios fundacionales de la Unión e, incluso, subvertir las propias leyes y convenios en su día firmados y todavía en vigor.
Así, estamos asistiendo estos días a uno de los escándalos de prevaricación más alarmantes entre los provenientes de la UE, tanto por su ilegalidad como por la crueldad que contiene. Me refiero, obviamente, a la decisión –aún no en firme- de deportar masivamente a todos los inmigrantes, refugiados de derecho incluidos, que se agolpan en nuestras fronteras y en los campos donde malviven estos desgraciados seres humanos, que soportan como pueden el hambre, el frío, las enfermedades y el maltrato.
Y digo prevaricación, porque los políticos –de muy distinto signo político, ¡socialdemócratas incluidos!- que gobiernan o legislan en la Unión Europea saben perfectamente que sus intenciones van contra la Carta de los Derechos Humanos de la ONU, contra el Convenio Europeo de Derechos Humanos y contra otras normas que prohíben expresamente semejante vergüenza.
Cuando los políticos determinan una acción ilegítima e injusta a sabiendas, prevarican al menos en el sentido ético y moral. Cuando ponen en marcha planes de deportación masiva que atentan contra la ley, no solo prevarican sino que delinquen.
Pero por lo visto, no les importa demasiado. Se pasan sus valores cristianos, ateos, conservadores o progresistas por los múltiples arcos del triunfo existentes en las principales capitales europeas. Saben perfectamente que condenan a cientos de miles de personas a una vida aún peor que las que les trajo a Europa, fuera por hambre o por huir de las guerras. No se les caen los anillos por empezar a comportarse como en los peores momentos de nuestra historia genocida y miserable. No, no les importa.
De hecho, la preocupación de estos políticos no se circunscribe a reconocer que están cometiendo un crimen de lesa humanidad. Lo que realmente les preocupa es redactar la instrucción de deportación masiva de manera que resulte lo menos hiriente posible para los ciudadanos de bien y para adaptarse suficientemente a esas normas que ahora se saltan a la brava. Sólo les preocupa, una vez más, el estilo.
La misma Europa que ha implantado cruelmente la austeridad en los países socios más desfavorecidos, hundiendo en la miseria a los ciudadanos más débiles ante la crisis económica que los propios poderes políticos y financieros crearon en su día, se disponen hoy a poner en marcha un plan de características tan inhumanas como las que hace décadas llevó a Alemania a cometer los crímenes de guerra más brutales de la historia. Una Alemania que ahora capitanea el plan de deportación.
Además, se pretende que el colofón de tal despropósito consista en pactar con Turquía que acoja en su país a los deportados. A cambio de dinero, claro, que es lo único que sobra en la rica y egoísta Europa. Los envían a una Turquía, tantas veces cruel y también genocida, cuya calidad democrática y humanitaria deja mucho que desear.
Por eso hoy, más que una cita filosófica, me limitaré a recordar los acuerdos de paz y convivencia que imperan –solo teóricamente- en una Unión Europea que constantemente nos defrauda y que tantas veces marea la perdiz durante meses ante cualquier decisión que mejore la calidad de vida de sus ciudadanos. Mientras, es veloz y servil cuando ve temblar los cimientos que afectan a las grandes fortunas, a las entidades financieras o a sus intereses particulares. En cualquier caso, haré también memoria de cómo los propios filósofos han clamado históricamente contra todo tipo de desmanes que atenten contra los derechos humanos. Filósofos en cuyo debe figura cada vez más el no haber conseguido que los humanos nos respetemos entre nosotros.
Y también recordaré que ayer mismo, diez comunidades autónomas españolas recordaron su disposición a acoger refugiados. Pero una vez más, es nuestro obediente gobierno central quien prohíbe tan necesaria acción solidaria.
Si finalmente se aprueba esta maldad masiva de la deportación, la Unión Europea habrá dado un gigantesco paso atrás, poniendo en duda su viabilidad y la obediencia a sus normas más crueles. Así no queremos Europa que valga. Porque no vale.
Twitter @jsegurasuarez
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