Fallas sin caloret

Susana Gisbert

El año pasado por estas fechas, desde estas mismas páginas, me planteaba la posibilidad de que fuéramos a asistir a la última Cridà de la que ha sido durante veinticuatro años alcaldesa de Valencia. No erré, aunque reconozco que no se necesitaba ser Nostradamus para ver la que se avecinaba.

Pero no voy a ponerme medallas que no me correspondan. Mis capacidades adivinatorias son limitadas, porque acertar en lo obvio era fácil y ni por un momento se me ocurrió que iba a asistir al espectáculo bochornoso que asistimos no solo ese día, sino en días sucesivos a lo largo del año cada vez que alguien recordaba el dichoso “caloret”.

Y es que es mucho aguantar, a lo largo de un año entero, que cada vez que una dice que es valenciana, alguien le salga con la bromita de marras, con canción y vídeo incluido y hasta pin para la solapa. Le estropeó ese día a la pobre Fallera Mayor –por más que quisiera suavizar las cosas- y nos ha hecho motivo de mofa y befa a lo largo y ancho de la geografía española e incluso más allá de las fronteras.

¿Exagero? No lo creo. Pero en cualquier caso es mi opinión y mío el mal humor cada vez que relacionaban mi tierra y mis fiestas con eso. Por no hablar de mi lengua, que ya tiene bastante con los envites de quienes la ningunean como si de una aldea proviniéramos. Creo que no hace falta decir más al respecto.

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Confieso que fue una situación rara. Apenas recordaba un acto de inicio de las fiestas falleras sin la presencia constante de quien fue alcaldesa. Y ha sido un buen ejercicio el verlo. Oír hablar en mi lengua –en una de mis dos lenguas- con cuidado y respeto, dar por fin voz a la fallera mayor infantil además de a su homónima adulta, escuchar música en directo y hacer una apuesta seria por una fiesta que merece ser patrimonio de la humanidad, sin patrimonialismos ni folklorismos.

Como valenciana, y como fallera que soy, llevo toda la vida bien harta de la identificación automática de las fiestas que adoro con determinada ideología. En las fallas cabe y debe caber todo, y todos. Y son una estupenda plataforma para muchas cosas. Ya hablaba la pasada semana de la apuesta por la lucha contra la violencia de género, y también me llegan noticias de que en varias cabalgatas y actos se han hecho reivindicaciones a favor de la igualdad, de lo que me congratulo. Porque, pese a lo que dicen algunos, las fallas no son machistas. Serán o no machistas según las personas que estén dentro de ellas, y según y cómo se comporten.

Así que desde aquí todo mi orgullo por nuestras fiestas. Porque respetar nuestras tradiciones no tiene por qué ser antiguo, involucionista ni casposo. Siempre recuerdo que la primera vez que introduje mi voto en una urna fue en el seno de la comisión a la que pertenezco, antes de llegar a la mayoría de edad. Que ese fue mi primer ejercicio de democracia y como tal lo recuerdo. Y me gusta recordarlo así.

Por eso, iniciadas oficialmente nuestras fiestas, me pongo la peineta imaginaria –la real ya me la colocaré llegado el día- y celebro que, haga el tiempo que haga, lo que no habrá este año será caloret. Ni falta que hace.

@gisb_sus

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