El caballito de palo

Noe Martínez/LIVING LA VIDA MADRE — SUGERENCIA MUSICAL, El caballito de palo, de Joseph Fonseca https://youtu.be/lvgqbaxd3w0

Otra perla desconocida del maremagno chiripitifláutico de ser mamá es la cantidad de fobias, miedos y cangueles que desarrollas con respecto a elementos primigeniamente inofensivos. Ese vértigo inconfundible de voltereta con doble rulo, cuasi mortal, oigan, que te entra cuando estás poniendo a punto las mochilas del cole/guarde y encuentras una nota en la agenda. Oh, oh. No importa que tus niños tengas 22 meses y 4 años y medio: cuando ves que la agenda está escrita, te cuadras, como si la misiva fuese del mismísimo Obama. Lo sé, puede parecer exagerado, porque a estas edades, la maldad y el comportamiento niño infierno aún no elemento cotidiano (y menos manuscrito), pero palabrita que un soponcio repentino te lo llevas, sí.

– ¿Y ahora qué…? – El paciente padre, apoyado en el quicio de la puerta, analiza mi rictus y mi respiración. Si la cosa va tipo Free Jazz, sabe que el lío es decimonónico…

– Pues ahora caca… – Respondo, mientras cierro la agenda de un plaf.

– ¿Pero caca de qué…? – Me dice, intentando hacerse con la agenda de marras.

– De la vaca, ¿de qué va a ser? Pues ya me dirás tú cómo vamos a hacer…

Por si la nueva onda educativa no tuviese ya poco apoyo en el ámbito doméstico, lo de que la profe mande deberes para antes de dormir, es el Guantánamo de la vida familiar. Por si lo sabíais, hay asignaturas de nuevo cuño que son dignas de empezar a reír hoy y no parar ni para coger aire.

– ¿Puzles…? ¿Pero puzles de qué…? – El padre, anonadado, lee las líneas de la profe del mayor – ¿Pero no los puede hacer en el cole, en el recreo, como todo se hizo toda la vida…?

– Se ve que no: ahora los niños se  d-o-c-t-o-r-a-n  en puzles, que es muy sano para no sé qué c*ño de la conexión sináptica… – Giro y giro y giro una cuchara en la papilla del bebé, intentado que no está a temperatura de empaste de dragón.

– Yo, a su edad, hacía salchichones de plastilina, le levantaba la falda a las niñas y aprendí a recortar con tijeras con menos filo que rabo de una escoba. Eso hacía, y la mar de bien oye. …

– Yaaaa… – Arguyo, probando la papilla de nuevo – Pero tú y yo somos de la generación en la que al cole se iba a aprender, no a formarsereshumanos2.0…

– ¿Sabes lo que te digo, mami…? – No lo sé, pero lo intuyo, porque veo como el padre contiene sus ganas de procacidad gestual. ¡Tate! Gesto, pero gesto súper intención. Ahí estamos… – Eso te digo y no digo más…

Y claro, lo peor no es pautar una tarea antes de dormir, sino pautar ESA tarea. A mi mayor le interesan tanto los puzles como a mí todo lo relacionado con el espacio exterior, así que, proponerle de ‘forma lúdica y sin exigencias, para que el niño vaya cogiendo gusto y hábito por los puzles de más y más piezas’ (sic. La profe, ese gurú sabiondo, mezcla del maestro Yoda y la Super Nanny) se me hace muy, pero que muy cuesta arriba. Sé que la protesta, los lloritos, los ‘noooo, esoooo noooo, hoy un cuento de los Súper Héroeeees, qué te crees…’ serán, sin duda, el denominador común de mis días, de aquí hasta que llegase el Armagedón, llegado el caso.

– Me dan sudorcitos fríos sólo de pensarlo, papi… – Respiro profundo, mientras el bebé va comiendo a regañadientes su papilla-templada-sin grumitos-en cucharilla tamaño moka-viendo Baby Tv- descalzo (¡Señor, llévame pronto…! O no, que menudo papelón para el paciente padre si lo dejo en la estacada…).

– ¡A tomar por c*lo, cari! – No es un plan, claro, sino un exabrupto… – Ya iremos viendo…

– Pues espérate que aún hay más… – Brindo al padre que abra la agenda del bebé – Yo no sé si hay orden ministerial para volvernos locos.

Veo como mi maridito enarca las cejas, abre los ojos, chasca la lengua y suspira. Se queda callado un nada, y vuelve a abrir la agenda de marras. Fast Rewind. Veo como mi maridito enarca las cejas, abre los ojos, chasca la lengua y suspira. Pero…

– Estas tipas está de p*ta de coña, dime que sí…

– Ojalá… – Digo, sin mirarlo, aguantando la risa.

– Peroooo… – abre la agenda otra vez, incrédulo – ¿De pony? ¿Pero cómo de pony…?

– Ahájajajaja… – Lo siento, la risa es tan libertina que sale por donde se abre un hueco – El día de los papás: ¡Todo tuyo, amorcito!

– Tchtchtchtch… – Onomatopeya de ‘mec*goenPilatos’ – ¿Pero de pony con superpoder, así con cola peluda de todos los colores, al más puro estilo carroza del orgullo Gay, o quizá basta con parecer un caballo con acondroplasia…?

– Yo creo que con que no te líes a mordiscos con todo quisque, llega… – Sigo riéndome, pero el bebé me recuerda que su hora de la papilla no es un tablao flamenco: a ver si estamos a lo que hay que estar. Me quedo tiesa, se me congela la risa y acerco la cuchara con sumo cuidado y en el más solemne de los silencios: se masca la Potito Revolution…

– ¿Y tú, qué? – Me dice por lo bajini, respetando el momento de comida del bebé.

– ¿Yoooo…? – Ladeo la cabeza – Es para papás, p-a-p-á-s…

– ¡Bárbaro, solo ante el ridículo…! – Bufa, pero bufa de aquí a Pamplona.

– Ya, pero yo tengo que hacer puzles de chiquicientas fichas, y hacer que le guste… – Defensa personal, ahí estoy yo.

– Ahora entiendo a las parejas que deciden la educación en casa… – Signo de victoria con los dedos.

– Lejos de agendaaaas… – Apostillo con susurrado soniquete.

– Lejos de PutiPonieeees… – El padre se tapa la cara con un cojín.

– ¡Mamitaaaaaaaaa…!

El susto de la vida. El padre y yo nos habíamos olvidado por minuto y medio de que el mayor estaba haciendo caca, a sus anchas, sin intervención paterna de tipo alguno.

– ¡Sssshhhh…! – Increpo con la última cuchara de papilla del bebé – No grites, que está tu hermano comiendooooo…

– ¡YaaaaaAcabééééMeeeLiiiiiimpiaaaaaaaaas!

– ¿Te sirvo yo, Nicolás…? – Dice el padre, levantándose del sofá a toda prisa.

– Noooooooo, tú no, que los ponies no limpian bien los culos.

Risa millón, sin duda, la sal de la convivencia familiar. Nicolás había estado escuchando con atención toooooodo lo que papá y mamá decían, en la falso intimidad que da hablar en un tono un qué sé yo más bajo de lo habitual. Sabía pues, que los puzles iban a ser nuestro martillo pilón hasta que el Halley rozase de nuevo la tierra, y que su papá, su magnífico y elegante papaíto tenía que perder decoro y compostura, disfrazado de caballo raquítico, en el ‘Día del padre’ en la guardería de Lorenzo. Pero, lo mejor, estaba por llegar…

– Mira, papito… – Ya con el culete limpio, entró en el salón con su libreta de dibujar – Este eres tú, con tu cola violeta y tu careta llena de dientes…

– Vayaaaa, pues estoy muy guapo, ¿Qué no…? – El paciente padre me mira, con el rictus de El Grito de Munchen.

– Te puse mucho flequillo así delante de los ojos, para que te escondas y no te conozcan tus compañeros del trabajo, ni los míos del cole y tampoco Rocío, la charcutera del Mercadona…

¡Apaga y vámonos…! Al pobre de Nicolás le daba tanto apuro aquella historia del día del padre-pony en la guardería de su hermano, que no quería que lo reconociese ni la chica del súper (trónchenseme, que no es para menos…). Y dicho lo cual, señoritas profesoras de guardería, colegio, actividades extraescolares y demás zarandajas, antes de proponer cosas graciosas para ustedes, en pro de no sé muy bien qué conexión paterno-filial, sería maravilloso que consultasen causa/efecto en Google, porque a poco que rasquen, fijo que hay algún adulto contando su trauma infantil al respecto en algún blog para muchachos valientes, que han salido del averno. Vale, la metodología de enseñanza ha avanzado mucho, somos más modernos que la Dolores, la de Calatayud, peroooo, un peu de s’il vous plaît…

noemartinez.es

Otra perla desconocida del maremagno chiripitifláutico de ser mamá es la cantidad de fobias, miedos y cangueles que desarrollas con respecto a elementos primigeniamente inofensivos. Ese vértigo inconfundible de voltereta con doble rulo, cuasi mortal, oigan, que te entra cuando estás poniendo a punto las mochilas del cole/guarde y encuentras una nota en la agenda. Oh, oh. No importa que tus niños tengas 22 meses y 4 años y medio: cuando ves que la agenda está escrita, te cuadras, como si la misiva fuese del mismísimo Obama. Lo sé, puede parecer exagerado, porque a estas edades, la maldad y el comportamiento niño infierno aún no elemento cotidiano (y menos manuscrito), pero palabrita que un soponcio repentino te lo llevas, sí.

– ¿Y ahora qué…? – El paciente padre, apoyado en el quicio de la puerta, analiza mi rictus y mi respiración. Si la cosa va tipo Free Jazz, sabe que el lío es decimonónico…

– Pues ahora caca… – Respondo, mientras cierro la agenda de un plaf.

– ¿Pero caca de qué…? – Me dice, intentando hacerse con la agenda de marras.

– De la vaca, ¿de qué va a ser? Pues ya me dirás tú cómo vamos a hacer…

Por si la nueva onda educativa no tuviese ya poco apoyo en el ámbito doméstico, lo de que la profe mande deberes para antes de dormir, es el Guantánamo de la vida familiar. Por si lo sabíais, hay asignaturas de nuevo cuño que son dignas de empezar a reír hoy y no parar ni para coger aire.

– ¿Puzles…? ¿Pero puzles de qué…? – El padre, anonadado, lee las líneas de la profe del mayor – ¿Pero no los puede hacer en el cole, en el recreo, como todo se hizo toda la vida…?

– Se ve que no: ahora los niños se  d-o-c-t-o-r-a-n  en puzles, que es muy sano para no sé qué c*ño de la conexión sináptica… – Giro y giro y giro una cuchara en la papilla del bebé, intentado que no está a temperatura de empaste de dragón.

– Yo, a su edad, hacía salchichones de plastilina, le levantaba la falda a las niñas y aprendí a recortar con tijeras con menos filo que rabo de una escoba. Eso hacía, y la mar de bien oye. …

– Yaaaa… – Arguyo, probando la papilla de nuevo – Pero tú y yo somos de la generación en la que al cole se iba a aprender, no a formarsereshumanos2.0…

– ¿Sabes lo que te digo, mami…? – No lo sé, pero lo intuyo, porque veo como el padre contiene sus ganas de procacidad gestual. ¡Tate! Gesto, pero gesto súper intención. Ahí estamos… – Eso te digo y no digo más…

Y claro, lo peor no es pautar una tarea antes de dormir, sino pautar ESA tarea. A mi mayor le interesan tanto los puzles como a mí todo lo relacionado con el espacio exterior, así que, proponerle de ‘forma lúdica y sin exigencias, para que el niño vaya cogiendo gusto y hábito por los puzles de más y más piezas’ (sic. La profe, ese gurú sabiondo, mezcla del maestro Yoda y la Super Nanny) se me hace muy, pero que muy cuesta arriba. Sé que la protesta, los lloritos, los ‘noooo, esoooo noooo, hoy un cuento de los Súper Héroeeees, qué te crees…’ serán, sin duda, el denominador común de mis días, de aquí hasta que llegase el Armagedón, llegado el caso.

– Me dan sudorcitos fríos sólo de pensarlo, papi… – Respiro profundo, mientras el bebé va comiendo a regañadientes su papilla-templada-sin grumitos-en cucharilla tamaño moka-viendo Baby Tv- descalzo (¡Señor, llévame pronto…! O no, que menudo papelón para el paciente padre si lo dejo en la estacada…).

– ¡A tomar por c*lo, cari! – No es un plan, claro, sino un exabrupto… – Ya iremos viendo…

– Pues espérate que aún hay más… – Brindo al padre que abra la agenda del bebé – Yo no sé si hay orden ministerial para volvernos locos.

Veo como mi maridito enarca las cejas, abre los ojos, chasca la lengua y suspira. Se queda callado un nada, y vuelve a abrir la agenda de marras. Fast Rewind. Veo como mi maridito enarca las cejas, abre los ojos, chasca la lengua y suspira. Pero…

– Estas tipas está de p*ta de coña, dime que sí…

– Ojalá… – Digo, sin mirarlo, aguantando la risa.

– Peroooo… – abre la agenda otra vez, incrédulo – ¿De pony? ¿Pero cómo de pony…?

– Ahájajajaja… – Lo siento, la risa es tan libertina que sale por donde se abre un hueco – El día de los papás: ¡Todo tuyo, amorcito!

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– Tchtchtchtch… – Onomatopeya de ‘mec*goenPilatos’ – ¿Pero de pony con superpoder, así con cola peluda de todos los colores, al más puro estilo carroza del orgullo Gay, o quizá basta con parecer un caballo con acondroplasia…?

– Yo creo que con que no te líes a mordiscos con todo quisque, llega… – Sigo riéndome, pero el bebé me recuerda que su hora de la papilla no es un tablao flamenco: a ver si estamos a lo que hay que estar. Me quedo tiesa, se me congela la risa y acerco la cuchara con sumo cuidado y en el más solemne de los silencios: se masca la Potito Revolution…

– ¿Y tú, qué? – Me dice por lo bajini, respetando el momento de comida del bebé.

– ¿Yoooo…? – Ladeo la cabeza – Es para papás, p-a-p-á-s…

– ¡Bárbaro, solo ante el ridículo…! – Bufa, pero bufa de aquí a Pamplona.

– Ya, pero yo tengo que hacer puzles de chiquicientas fichas, y hacer que le guste… – Defensa personal, ahí estoy yo.

– Ahora entiendo a las parejas que deciden la educación en casa… – Signo de victoria con los dedos.

– Lejos de agendaaaas… – Apostillo con susurrado soniquete.

– Lejos de PutiPonieeees… – El padre se tapa la cara con un cojín.

– ¡Mamitaaaaaaaaa…!

El susto de la vida. El padre y yo nos habíamos olvidado por minuto y medio de que el mayor estaba haciendo caca, a sus anchas, sin intervención paterna de tipo alguno.

– ¡Sssshhhh…! – Increpo con la última cuchara de papilla del bebé – No grites, que está tu hermano comiendooooo…

– ¡YaaaaaAcabééééMeeeLiiiiiimpiaaaaaaaaas!

– ¿Te sirvo yo, Nicolás…? – Dice el padre, levantándose del sofá a toda prisa.

– Noooooooo, tú no, que los ponies no limpian bien los culos.

Risa millón, sin duda, la sal de la convivencia familiar. Nicolás había estado escuchando con atención toooooodo lo que papá y mamá decían, en la falso intimidad que da hablar en un tono un qué sé yo más bajo de lo habitual. Sabía pues, que los puzles iban a ser nuestro martillo pilón hasta que el Halley rozase de nuevo la tierra, y que su papá, su magnífico y elegante papaíto tenía que perder decoro y compostura, disfrazado de caballo raquítico, en el ‘Día del padre’ en la guardería de Lorenzo. Pero, lo mejor, estaba por llegar…

– Mira, papito… – Ya con el culete limpio, entró en el salón con su libreta de dibujar – Este eres tú, con tu cola violeta y tu careta llena de dientes…

– Vayaaaa, pues estoy muy guapo, ¿Qué no…? – El paciente padre me mira, con el rictus de El Grito de Munchen.

– Te puse mucho flequillo así delante de los ojos, para que te escondas y no te conozcan tus compañeros del trabajo, ni los míos del cole y tampoco Rocío, la charcutera del Mercadona…

¡Apaga y vámonos…! Al pobre de Nicolás le daba tanto apuro aquella historia del día del padre-pony en la guardería de su hermano, que no quería que lo reconociese ni la chica del súper (trónchenseme, que no es para menos…). Y dicho lo cual, señoritas profesoras de guardería, colegio, actividades extraescolares y demás zarandajas, antes de proponer cosas graciosas para ustedes, en pro de no sé muy bien qué conexión paterno-filial, sería maravilloso que consultasen causa/efecto en Google, porque a poco que rasquen, fijo que hay algún adulto contando su trauma infantil al respecto en algún blog para muchachos valientes, que han salido del averno. Vale, la metodología de enseñanza ha avanzado mucho, somos más modernos que la Dolores, la de Calatayud, peroooo, un peu de s’il vous plaît…

noemartinez.es

Otra perla desconocida del maremagno chiripitifláutico de ser mamá es la cantidad de fobias, miedos y cangueles que desarrollas con respecto a elementos primigeniamente inofensivos. Ese vértigo inconfundible de voltereta con doble rulo, cuasi mortal, oigan, que te entra cuando estás poniendo a punto las mochilas del cole/guarde y encuentras una nota en la agenda. Oh, oh. No importa que tus niños tengas 22 meses y 4 años y medio: cuando ves que la agenda está escrita, te cuadras, como si la misiva fuese del mismísimo Obama. Lo sé, puede parecer exagerado, porque a estas edades, la maldad y el comportamiento niño infierno aún no elemento cotidiano (y menos manuscrito), pero palabrita que un soponcio repentino te lo llevas, sí.

– ¿Y ahora qué…? – El paciente padre, apoyado en el quicio de la puerta, analiza mi rictus y mi respiración. Si la cosa va tipo Free Jazz, sabe que el lío es decimonónico…

– Pues ahora caca… – Respondo, mientras cierro la agenda de un plaf.

– ¿Pero caca de qué…? – Me dice, intentando hacerse con la agenda de marras.

– De la vaca, ¿de qué va a ser? Pues ya me dirás tú cómo vamos a hacer…

Por si la nueva onda educativa no tuviese ya poco apoyo en el ámbito doméstico, lo de que la profe mande deberes para antes de dormir, es el Guantánamo de la vida familiar. Por si lo sabíais, hay asignaturas de nuevo cuño que son dignas de empezar a reír hoy y no parar ni para coger aire.

– ¿Puzles…? ¿Pero puzles de qué…? – El padre, anonadado, lee las líneas de la profe del mayor – ¿Pero no los puede hacer en el cole, en el recreo, como todo se hizo toda la vida…?

– Se ve que no: ahora los niños se  d-o-c-t-o-r-a-n  en puzles, que es muy sano para no sé qué c*ño de la conexión sináptica… – Giro y giro y giro una cuchara en la papilla del bebé, intentado que no está a temperatura de empaste de dragón.

– Yo, a su edad, hacía salchichones de plastilina, le levantaba la falda a las niñas y aprendí a recortar con tijeras con menos filo que rabo de una escoba. Eso hacía, y la mar de bien oye. …

– Yaaaa… – Arguyo, probando la papilla de nuevo – Pero tú y yo somos de la generación en la que al cole se iba a aprender, no a formarsereshumanos2.0…

– ¿Sabes lo que te digo, mami…? – No lo sé, pero lo intuyo, porque veo como el padre contiene sus ganas de procacidad gestual. ¡Tate! Gesto, pero gesto súper intención. Ahí estamos… – Eso te digo y no digo más…

Y claro, lo peor no es pautar una tarea antes de dormir, sino pautar ESA tarea. A mi mayor le interesan tanto los puzles como a mí todo lo relacionado con el espacio exterior, así que, proponerle de ‘forma lúdica y sin exigencias, para que el niño vaya cogiendo gusto y hábito por los puzles de más y más piezas’ (sic. La profe, ese gurú sabiondo, mezcla del maestro Yoda y la Super Nanny) se me hace muy, pero que muy cuesta arriba. Sé que la protesta, los lloritos, los ‘noooo, esoooo noooo, hoy un cuento de los Súper Héroeeees, qué te crees…’ serán, sin duda, el denominador común de mis días, de aquí hasta que llegase el Armagedón, llegado el caso.

– Me dan sudorcitos fríos sólo de pensarlo, papi… – Respiro profundo, mientras el bebé va comiendo a regañadientes su papilla-templada-sin grumitos-en cucharilla tamaño moka-viendo Baby Tv- descalzo (¡Señor, llévame pronto…! O no, que menudo papelón para el paciente padre si lo dejo en la estacada…).

– ¡A tomar por c*lo, cari! – No es un plan, claro, sino un exabrupto… – Ya iremos viendo…

– Pues espérate que aún hay más… – Brindo al padre que abra la agenda del bebé – Yo no sé si hay orden ministerial para volvernos locos.

Veo como mi maridito enarca las cejas, abre los ojos, chasca la lengua y suspira. Se queda callado un nada, y vuelve a abrir la agenda de marras. Fast Rewind. Veo como mi maridito enarca las cejas, abre los ojos, chasca la lengua y suspira. Pero…

– Estas tipas está de p*ta de coña, dime que sí…

– Ojalá… – Digo, sin mirarlo, aguantando la risa.

– Peroooo… – abre la agenda otra vez, incrédulo – ¿De pony? ¿Pero cómo de pony…?

– Ahájajajaja… – Lo siento, la risa es tan libertina que sale por donde se abre un hueco – El día de los papás: ¡Todo tuyo, amorcito!

– Tchtchtchtch… – Onomatopeya de ‘mec*goenPilatos’ – ¿Pero de pony con superpoder, así con cola peluda de todos los colores, al más puro estilo carroza del orgullo Gay, o quizá basta con parecer un caballo con acondroplasia…?

– Yo creo que con que no te líes a mordiscos con todo quisque, llega… – Sigo riéndome, pero el bebé me recuerda que su hora de la papilla no es un tablao flamenco: a ver si estamos a lo que hay que estar. Me quedo tiesa, se me congela la risa y acerco la cuchara con sumo cuidado y en el más solemne de los silencios: se masca la Potito Revolution…

– ¿Y tú, qué? – Me dice por lo bajini, respetando el momento de comida del bebé.

– ¿Yoooo…? – Ladeo la cabeza – Es para papás, p-a-p-á-s…

– ¡Bárbaro, solo ante el ridículo…! – Bufa, pero bufa de aquí a Pamplona.

– Ya, pero yo tengo que hacer puzles de chiquicientas fichas, y hacer que le guste… – Defensa personal, ahí estoy yo.

– Ahora entiendo a las parejas que deciden la educación en casa… – Signo de victoria con los dedos.

– Lejos de agendaaaas… – Apostillo con susurrado soniquete.

– Lejos de PutiPonieeees… – El padre se tapa la cara con un cojín.

– ¡Mamitaaaaaaaaa…!

El susto de la vida. El padre y yo nos habíamos olvidado por minuto y medio de que el mayor estaba haciendo caca, a sus anchas, sin intervención paterna de tipo alguno.

– ¡Sssshhhh…! – Increpo con la última cuchara de papilla del bebé – No grites, que está tu hermano comiendooooo…

– ¡YaaaaaAcabééééMeeeLiiiiiimpiaaaaaaaaas!

– ¿Te sirvo yo, Nicolás…? – Dice el padre, levantándose del sofá a toda prisa.

– Noooooooo, tú no, que los ponies no limpian bien los culos.

Risa millón, sin duda, la sal de la convivencia familiar. Nicolás había estado escuchando con atención toooooodo lo que papá y mamá decían, en la falso intimidad que da hablar en un tono un qué sé yo más bajo de lo habitual. Sabía pues, que los puzles iban a ser nuestro martillo pilón hasta que el Halley rozase de nuevo la tierra, y que su papá, su magnífico y elegante papaíto tenía que perder decoro y compostura, disfrazado de caballo raquítico, en el ‘Día del padre’ en la guardería de Lorenzo. Pero, lo mejor, estaba por llegar…

– Mira, papito… – Ya con el culete limpio, entró en el salón con su libreta de dibujar – Este eres tú, con tu cola violeta y tu careta llena de dientes…

– Vayaaaa, pues estoy muy guapo, ¿Qué no…? – El paciente padre me mira, con el rictus de El Grito de Munchen.

– Te puse mucho flequillo así delante de los ojos, para que te escondas y no te conozcan tus compañeros del trabajo, ni los míos del cole y tampoco Rocío, la charcutera del Mercadona…

¡Apaga y vámonos…! Al pobre de Nicolás le daba tanto apuro aquella historia del día del padre-pony en la guardería de su hermano, que no quería que lo reconociese ni la chica del súper (trónchenseme, que no es para menos…). Y dicho lo cual, señoritas profesoras de guardería, colegio, actividades extraescolares y demás zarandajas, antes de proponer cosas graciosas para ustedes, en pro de no sé muy bien qué conexión paterno-filial, sería maravilloso que consultasen causa/efecto en Google, porque a poco que rasquen, fijo que hay algún adulto contando su trauma infantil al respecto en algún blog para muchachos valientes, que han salido del averno. Vale, la metodología de enseñanza ha avanzado mucho, somos más modernos que la Dolores, la de Calatayud, peroooo, un peu de s’il vous plaît…

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