Noe Martínez / SUGERENCIA MUSICAL, BSO Misión imposible. Tema orquestal
No nos engañemos, tener niños es la mejor de las sorpresas que la vida te puede empaquetar, pero ello no exime que muchas veces te preguntes por qué no han venido con ticket regalo, para devolver al remitente, llegado el caso. Mañanas en las que te preguntas qué has hecho mal con respecto al día anterior, porque todo empieza mal, no fluye, y el mal humor de tus hijos termina por darte una paliza moral de padre y muy señor mío. Da igual que le preguntes qué pasa, qué es eso que les hace comportarse como un pulgón de playa, dando la j*da sin parar y porque sí, mordiendo en hueso hasta dar en nervio y hacerte saltar como un orangután, fuera de tu roll de Mamá Blablabá, un disfraz que me resulta igual de cómodo que un pijama de franela.
– Soy tan fuerte que puedo tirarlo, ¿sabías…?
06.30 AM. Recién amanecidos, ya con el pis hecho, el uniforme del cole puesto y viendo sus dibujos favoritos, para que todo vaya bien. Los días de semana no podemos perder tiempo en menudencias, así que hay concesiones tácitas: se ven dibujos de mayores (no BabyTv), para que el mayor desayune rápido y veloz, y nos dé tiempo a sentarnos el baño un rato e ir a coger el bus, sin la presión de ‘mamita, creo que me va a salir la caca’.
Vale, pues todo como siempre, como cualquier otro día, como ayer, sin ir más lejos; pero hoy la cosa no va. No va, que no. Nada más le acerco el Colacao en botellita (lo sé, es un engañabobos, más caro y tatatá, pero la idea de que se tire el tazón de leche por encima del polo del uniforme, me sale mucho menos a cuenta…), el muchacho, que se ha levantado como un puma del Serengueti, me dice que tiene tanta fuerza, que lo puede tirar…
– ¡Ay sí, tirar lo tirarás, pero te aseguro que no te van a quedar ganas…!
Duelo Ok Corral. Nos miramos, seguros ambos de que allí sólo puede ganar uno. Yo, que por las mañanas soy blanco fácil para la h*joputez, porque me levanto feliz y contenta, no entiendo la ofensiva, así que hago que no pillo el reto, y atiendo al bebé, que quiere cucamonas, porque aunque no habla, intuye que allí se masca la marejada. Sus muchibesos con babas siempre molan mazo, pero mucho más cuando acabo de recibir un golpe virtual en todo el bazo.
– ¡Ahí va, chavaaaal…!
¡Zas! La botellita de Colacao a tomar viento. Me giro, y fulmino al mayor con la mirada. Recojo el batido del suelo, antes de que se derrame, y lo vuelvo a poner sobre la mesa.
– Tú estás muy equivocado conmigo, muchachito, ¿tú te crees que yo soy una niña del patio del cole? – Lo miro con firmeza – No te confíes demasiado, no vaya a ser que te salga mal…
– ¿Qué…? – Mi mayor se hace el loco, única defensa honrosa a su desaire de niño infierno.
– Mira, vamos a hacer una cosa… – Respiro hondo, acordándome de Daniel Sam en Karate Kid, no hay dolor, no hay dolor, no hay dolor – Vamos a tratar de reconducir este desastre de ‘buenosdías’. Voy a hacer que no vi lo que acabas de hacer, porque me da tanta vergüenza ajena, que tengo ganas de llorar…
– Pues llora, que es de miedicas…
¿Pero qué c*ño pasa? ¿Quién es ese diablo que se hace pasar por mi niño, el amor de mi vida? ¿Qué le he hecho yo al universo para que todo se alinee para fastidiarme el día y la existencia? ¿Dónde se resetea al mini-robot para que deje de decir sandeces, que, en todo caso, jamás oyó en casa? Chasco la lengua, contengo mi ira, a fin de cuentas, yo soy la adulta: tengo que domar a mi yo ‘sigue-así-que-te-menoscabo-las-orejas’…
– Verás, chato, hay dos maneras de empezar el día: bien y mal. Todo apunta a que tú has elegido la segunda, pero no podemos dejar que eso nos lleve a toda familia al garete…
– Atáotópatanóóó… – Lorenzo, desde su trona, reclama su derecho a opinar: si no vamos a ver los dibujos de mayores (que dicen culo, no cantan y no tienen ojos graandeeesgraaandeesgraaandeeees…), que alguien pulse 90 en el mando, que seguro ya salió el hurón, la pequeña Lola y el idiota de Harry, que siempre pide de comer algo que no hay. En fin.
– ¡Claro, AmorcitoGuapoGorditoTeComoABesos…! – En medio de aquella tensión doméstica, sólo me hacía falta un bebé dejándose el gañote en protestas. Aún a sabiendas de que aquel canal de televisión diabólico, en el que repetían los dibujos en bucle, no podía ser bueno para el consciente ni el subconsciente, accedo a ponérselo: dos frente belicosos al mismo tiempo, demasiado para una mamá recién levanta, siempre con prisa, siempre con miedo a no llegar a tiempo.
– No quiero desayunar. No tengo hambreeeeeee… – El fenómeno polstergeist que es la capacidad torácica de un niño cuando está enfadado es materia para Íker Jiménez. Del berrido del mayor, el bebé rompe a llorar, asustado, y no es para menos.
– ¡Nicolás, ni se te vuelva a ocurrir gritar de esa manera!, ¿tú te crees que esto es la barra de un bar, o qué…? – Me siento a su lado, en el sofá, y me dispongo a darle yo el batido y las galletas – Empieza a comer sin decir ni chitón: ¡no quiero ni una palabra! Comer y callar, eso es.
– Pues no voy a comer, que lo sepas…
¿¡Será posible con el mico tozudo!? ¡Que soy tu madre, bribón, no me pongas en jaque, que lo mismo te como el alfil…! N-o d-o-y c-r-é-d-i-t-o.
– Ya lo creo que sí…
– ¡Ja, ya lo verás…! – Y pone las manos a modo de cancilla, taponando la boca.
– Ahá… – Me meso el pelo del flequillo por no tirarle a él del remolino del cogote, aunque ganitas no me faltan… – Tú te acuerdas de que el sábado tienes un cumpleaños, ¿verdad?
– ¡Sí, en una piscina de bolas…! – Exultante, sonríe, aunque está tan cruzado, tan de mala milk, que resulta un poco Chucky, el muñeco diabólico.
– Pues verás, tú mismo vas a decidir tu futuro: si desistes de tu conducta de cretino integral y desayunas, irás al cumple…
– Pausa dramática, arqueo cejas, encojo hombros, engolo la voz a lo Maléfica, espejito, espejito mágico… – Si continúas con este espectáculo de niño infierno y no desayunas, no vas. ¿Qué te parece el juego?
– ¡Eso no es un juego, que lo sepas…! – Protesta, aún más encendido – Eso es castigar, ¿o es que no lo sabes?
– Tchchch… – Niego onomatopéyicamente – Créeme que no, porque castigar es algo que no practicamos en esta casa. Te repito que vas a ser tú el que decida qué va a pasar con tu sábado: si escoges el camino del bien, cumpleaños; si te comportas como un tornillo oxidado o una ortiga, no cumpleaños.
– ¡Yo no soy un tornillo, y ortiga lo serás tú…! – Nicolás se enfurruña, haciendo fuerza para que le caiga una lágrima, pero nada.
– Eres tal, ¿no te oyes? Gritas como un tornillo de estantería vieja, y eres picajoso como una planta urticante… – Me acerco al bebé, que ha decidido comerse un calcetín, del que sólo asoma el elástico por la boca.
– ¡Pues no como y no como y no como…! – Itera mi vikingo, hecho una chispa.
– Pues no vas al cumple, una elección nefasta por tu parte… – Arguyo, sin dejar de mirar el reloj. Sin duda, el bus se marcha sin nosotros. Ay, mamá…
– Que sí que voy, hombreyádéjatedeordinarieceeees…
Y Nicolás coge la botellita de Colacao y se pone e beber a morro, con idéntica sed que si acabase de cruzar el desierto del Gobi. Esos ojos enormes y expresivos, que sobra un parpadeo para hacerme morir de amor, me miran, llenos de reproches. Si algo le fastidia más que no tener razón, es que se lo hagan saber.
– Así me gusta, campeón, tomando el lado chachi de la vida: si desayunas… – Le acaricio la cabeza, mientras hago malabares con Lorenzo en el regazo, camino del cambiador: habemus pañal sucio y oloroso.
– …voy – Exclama, evitando mirarme – Pero voy porque lo decidí yo, que elegí desayunar, no porque tú me dejes ir, ¿a que sí…?
– A que sí…
Mamita 1 – Pataleta autoafirmación 0
No sé muy bien cómo, ni cuándo ni en aras de qué, pero los niños necesitan provocar de cuando en vez, quizá para probar que sigues alerta y que no has puesto el piloto automático en modo ON (que ya me gustaría, ya…). Esa lucha interna de ser niño y no serlo, de ser bueno siempre o sólo a ratos, de forjar carácter aunque ello haga que se te salten las lágrimas de rabia e impotencia. Y lo sé, ser mamá no siempre es un paseo por el tablero de la Oca, pero por más que el cargo suponga cuajo para aguantar los embistes como una navarra, no puedo evitar sufrir de lo lindo y a lo bestia.
– No le hagas caso, mami, dice las cosas sin sentirlas: te llama malízima, y después te dice que eres la mejor y lo más valioso para él…
El paciente padre al teléfono, calma mi ansiedad post traumática, cuando los niños POR FIN están ya en el cole y la guarde, porque sabe que el resto del día, voy a ir volando, tocada de un ala.
– Ya, soy valiosa, pero hoy soy malízima, y mañana voy a seguir siendo malízima, como si lo viera… – Dejo que dos lágrimas de cocodrilo hagan de las suyas.
– ¿No estarás llorando…? – Me dice, sabedor de la respuesta.
– No, hago ejercicios de respiración asistida… – Apunto.
– Ya me parecía… – Y sonó tan a ¡Venga ya!…
– ¿Sabes, pater? – Silencio – Esto a veces es difícil…
– Y chungo. Pero ya vendrán tiempos peores, así que ríete ahora, que lo mismo después no nos hace gracia…
Ya te digo. Días después, cuando por fin se le pasó la ventisca, mi mayor volvía a su esencia de ser delicioso, a su horma de tipo extraordinario, mil y una veces querible, aunque necesite testar en casa su capacidad de poner al personal y a las normas al límite. Sólo espero (o no, que yo soy muy de vivir las sensaciones siempre como únicas y originales), que cuando Lorenzo tenga su edad y tire el Colacao por la mañana, me asalten los recuerdos de antaño, riéndome mucho y llorando lo mínimo. Rabia contenida, amor a borbotones: a la venta en cualquier farmacia, antes de tomar ningún medicamento, consulte con su farmacéutico.
noemartinez.es
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