A CONTRACORRIENTE Valencia

¿Qué puede hacer el buen musulmán contra el terrorismo?

Enrique Arias Vega

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Colectivos musulmanes comienzan a manifestarse públicamente en contra del terrorismo: denuncian la violencia como método para imponer el islamismo y defienden el carácter pacífico de su religión.
Parece obvio que deseen diferenciar el todo (el derecho personal a tener esas u otras creencias religiosas) de la parte (es decir, la existencia de grupos fanáticos y criminales que asesinan en nombre del Islam). Es necesario, sí, que lo hagan, pero no resulta suficiente.
En una comparación histórica afortunada, la periodista libanesa-americana Brigitte Gabriel recordaba que la mayoría de alemanes también eran pacíficos cuando el nazismo, pero que Hitler y su camarilla estuvieron a punto de acabar con la civilización occidental ante la inacción del resto.
Siempre hay excepciones, claro, y de esto se trata: de ejercer una oposición activa y efectiva. De todos es conocido, por ejemplo, el caso del embajador español Ángel Sanz Briz, denominado El ángel de Budapest, que salvó del exterminio nazi a 5.000 judíos, pese al régimen de Franco que él representaba oficialmente.
Otro ejemplo de la época es el de quien luego sería canciller de Alemania, Willy Brandt. Exiliado al comienzo del nazismo, adoptó la nacionalidad noruega y combatió desde el extranjero al brutal régimen totalitario de su país hasta el fin de la guerra.
De eso se trata, pues, ante el extremismo yihadista y radical: que los musulmanes pacíficos y demócratas no solo se alejen de él, sino que lo combatan. Entre otras razones, porque son los propios agarenos quienes más lo padecen en Irak, Afganistán, Pakistán y otros lugares.
¿Quiénes mejor que ellos conocen dónde radican los centros de radicalismo islamista, las mezquitas extremistas, los grupos violentos? No sólo podrían aislarlos del resto de la comunidad religiosa y social musulmana, sino evitar su financiación, colaborar con las fuerzas de seguridad, apoyar a sus familias, boicotear sus redes sociales, etcétera, etcétera.
Es la hora, pues, de ser proactivos, de que el buen musulmán, como el resto de la buena gente, no espere impávida y resignadamente a que se produzcan las tragedias para luego lamentarlas, sino que coja el toro por las astas y haga todo lo posible por prevenirlas, evitarlas y abortarlas. Sólo entonces el mundo será un poco mejor y todos podremos vivir en paz, respetándonos unos a otros.

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