Opinión

Malignidad

Vicente Torres

Aunque muchos parezcan no ser conscientes de ello, en el interior de cada uno tiene lugar una lucha entre el bien y el mal. Se sabe quienes son los que la han perdido, porque son los que disfrutan haciendo daño a otros. De todos modos, tampoco puede decirse que gocen mucho puesto que nunca tienen bastante en este aspecto, jamás se sacian y si por algún motivo no pueden seguir contando con alguna de sus víctimas necesitan otra. Siempre necesitan tener alguna a mano y si puede ser más de una.

Paralelamente, todo ser humano necesita creerse bueno. Hasta los más crueles se han de proveer de alguna coartada o justificación. Incluso los etarras la necesitan, por eso los partidos que directa o indirectamente se la procuraban debieron disolverse. Era un motivo más que suficiente. Por eso, cuando ingresa en las cárceles algún preso cuyo delito supere en depravación a los de quienes ya estaban antes suele tener problemas con ellos, salvo en el caso de los etarras, que están apoyados por grandes fuerzas.

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Por todo lo anterior, esas personas en cuyos corazones anida la malignidad se lo han de pasar muy mal, porque tienen que esconder esta característica a los demás, pero, sobre todo, porque han de ocultársela a sí mismos. Tienen que encontrar justificación, para sí, a todas sus actividades perversas y cuando perjudican a alguien tienen que autoconvencerse de que el indicado se lo merecía. Es risible, pero funciona más o menos así: como fulano es malo le pegan una pedrada por la espalda. Entiéndase lo de la pedrada como una metáfora de cualquier otra cosa. Por supuesto que ellos la ven como algo plausible e incluso es posible que se envanezcan de ella ante sus amigos.

Recuerdo a una persona sumamente cruel que me habló de la crueldad de los alemanes, como si no fuera con ella, o otra tremendamente malvada que ponía trampas para luego ensañarse con quienes cayeran en ellas que me preguntó que de dónde surge el mal.

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