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Francisco: ‘La religión no es el problema, sino parte de la solución’

El Papa pide ante líderes del islam el fin de la violencia en nombre de Dios

MH.- En la primera jornada de su visita a un país «herido por la violencia ciega», el Santo Padre pronunció el primer discurso de un Papa en la Universidad de Al Azhar, centro teológico del islam sunní, denunció la violencia en un encuentro con las autoridades y rindió homenaje a los mártires coptos en la iglesia de San Pedro.

En la primera intervención de un Papa en el centro teológico de mil doscientos millones de musulmanes sunníes, Francisco afirmó vigorosamente que «los líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia disfrazada de presunta sacralidad».

Hablando a los participantes en la Conferencia Internacional de Paz organizada por la Universidad de Al Azhar para deslegitimar frontalmente los fundamentalismos religiosos, el Papa invitó a denunciar «todo intento de justificar cualquier forma de odio en nombre de la religión, y condenarlo como una falsificación idolátrica de Dios».

Una y otra vez, los maestros del islam y los participantes cristianos y judíos aplaudían con entusiasmo frases que no dejaba ningún resquicio a los asesinos y se expresaba en términos religiosos como «Su nombre es Santo. Dios es paz. Por tanto, solo la paz es santa, y no se puede perpetrar ninguna violencia en nombre de Dios, pues sería profanar su nombre».

Aunque estos pronunciamientos en el centro de referencia teológica de los musulmanes no desarman a los terroristas, al menos les quitan toda legitimidad religiosa y disminuyen su capacidad de convocatoria entre jóvenes idealistas.

A tenor de los discursos del gran imán de la Universidad de Al Azar, Ahmed al Tayyeb, y del Papa, los yihadistas son, sencillamente, falsificadores de la religión, personas mentirosas que falsean el mensaje de Mahoma y de los que nadie se debe fiar. En este cuadro, «la religión no es un problema, sino que forma parte de la solución».

En varios pasajes de su discursos, el Papa puso el acento en la necesidad de educar para la paz a las nuevas generaciones, pues «del mal solo sale el mal, y de la violencia solo sale la violencia».

Según Francisco, «es necesario educarles a la apertura y al diálogo sincero con los demás, a reconocer los derechos y las libertades fundamentales de los demás, especialmente la libertad religiosa».

‘Sana laicidad’

Ese es el mejor camino para ser «constructores de civilización», pues «para hacer frente a la barbarie que airea el odio e incita a la violencia, es necesario formar generaciones que hagan frente a la lógica incendiaria del mal con el paciente cultivo del bien».

Retomando ideas de Benedicto XVI, quien propuso una «sana laicidad» en su exhortación apostólica de 2012 «Iglesia en Medio Oriente», el Papa hizo notar una paradoja contemporánea: mientras algunos «intentan relegar la religión a la esfera privada», otros pretenden «borrar la distinción entre la esfera religiosa y la política» creando sistemas teocráticos o imponiendo leyes religiosas como normas civiles.

En tierra egipcia, Francisco citó el Decálogo recibido por Moisés en el Monte Sinaí y que incluye el mandamiento de ‘no matarás’, pues «Dios ama la vida, nunca deja de amar al hombre y por eso lo exhorta a frenar los caminos de la violencia».

La parte final de su discurso fue una invitación a promover la paz de modo coherente, pues «nosotros los cristianos no podemos invocar a Dios como Padre de todos los hombres si rechazamos comportarnos como hermanos respecto a algún grupo de hombres creados a imagen de Dios». Esas palabras de la declaración «Nostra Aetate» del Concilio Vaticano II, arrancaron un fuerte aplauso igual que tantas otras muy directas como «hoy tenemos necesidad de constructores de paz, no de provocadores de conflictos; de bomberos y no de incendiarios».

Fuera ya del terreno religioso, Francisco invitó a combatir las bolsas de pobreza y explotación, «donde crecen más fácilmente los extremismos» y a «bloquear los flujos de dinero y de armas hacia quienes fomentan la violencia». Con valentía, declaró necesario «frenar la proliferación de armas», pues «solo dejando claras las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales». Es una tarea que corresponde a «los responsables de las naciones, de las instituciones y de la información».

En sus palabras de saludo los participantes en la Conferencia Internacional de Paz y de especial agradecimiento al Papa, el gran imán de la Universidad de Al Azhar hizo notar que ni el Islam, ni el judaísmo ni el cristianismo son religiones violentas aunque, por desgracia, haya terroristas en cada una de ellas. Lo importante es hacer frente juntos a las políticas de hegemonía y de «choque de civilizaciones».

El Papa, que había visitado al presidente Abdel Fattah al Sisi en el palacio presidencial en su camino desde el aeropuerto hacia la Universidad de Al Azhar, volvió a reunirse con el mandatario egipcio en el encuentro con las autoridades y el cuerpo diplomático.

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Francisco invitó a «repudiar toda ideología del mal, de la violencia y toda interpretación extremista que ultraja el nombre de Dios». Y en un clarísimo elogio, se dirigió a Al Sisi para decirle: «Usted, señor presidente, ha hablado de esto muchas veces y en varias circunstancias con una claridad que merece escucha y aprecio».

Francisco celebra hoy sábado una misa en el gran estadio de la Fuerza Aérea y un encuentro con sacerdotes y religiosos antes de regresar a Roma.

Un gran paso

Los líderes espirituales de 1.200 millones de católicos y 1.200 millones de musulmanes sunníes sellaron este viernes en El Cairo el giro histórico del Islam hacia la libertad religiosa y la organización de los estados en base al principio de ciudadanía, con igualdad de derechos para todos, en lugar de la discriminación religiosa. Tanto el Papa como el gran imán Ahmed al Tayyeb se arriesgan personalmente por lograr «la paz de los valientes».

La intervención del Papa Francisco en la Conferencia Internacional de Paz organizada por la Universidad de Al Azhar es un acontecimiento extraordinario. Algo así como si el Papa invitase al gran imán a tomar la palabra en una conferencia en el Vaticano. La diferencia es que el gran imán de la Universidad de Al Azhar –el centro de referencia teológico del Islam sunnita- tiene extremistas conservadores mucho más peligrosos.

El Papa Francisco y Ahmed al Tayyeb llevan trabajando en este proyecto, destinado a desmontar prejuicios en los seguidores de ambas religiones, desde la visita del líder islámico, la primera de un gran imán de Al Azhar al Vaticano, en mayo de 2016.

Su modo de proceder recuerda los cinco años de trabajo discreto entre san Juan Pablo II y el gran muftí Ahmed Kuftaro que culminaron en la primera visita de un Papa a una mezquita, la de los Omeyas en Damasco el 6 de mayo de 2001. Aquel día, san Juan Pablo II manifestó aquel día su «ardiente esperanza de que los líderes y profesores musulmanes y cristianos presenten nuestras dos religiones como comunidades en respetuoso diálogo, nunca más como comunidades en conflicto».

Esa esperanza de san Juan Pablo II, convertida en urgencia desde el atentado contra las Torres Gemelas en 2001 y la invasión de Irak en 2003, es la que el Papa Francisco propuso de nuevo en Ankara en noviembre de 2014 a los líderes musulmanes de Turquía y del mundo entero.

Desde entonces, la Universidad de Al Azhar ha mantenido ese rumbo, empujada por el presidente Abdel Fattah Al Sisi, quien ha dado desde 2013 un giro de 180 grados al proceso de islamización que estaba imponiendo su predecesor, Ahmed Morsi, elegido y apoyado por los Hermanos Musulmanes.

En su videomensaje del pasado martes al pueblo egipcio, el Papa Francisco afirmaba que «nuestro mundo desgarrado por la violencia ciega tiene necesidad de agentes de paz, de gente valiente que sepa aprender del pasado para construir el futuro sin encerrarse en prejuicios».

Libertad religiosa

El gran imán Ahmed al Tayyeb, el presidente Abdel Fattah Al Sisi y el Papa Francisco no están solos en su esfuerzo. La Conferencia Internacional de Paz está organizada conjuntamente por la Universidad de Al Azhar y el Consejo Musulmán de Ancianos, un consejo internacional con base en Abu Dhabi que preside también el gran imán y copreside un ulema mauritano muy abierto.

Es Abdullah Bin Bayyah, profesor en Jeddah y gran promotor de la «Declaración de Marrakech» de 2016, suscrita por representantes islámicos de más de un centenar de países, en favor de la plena libertad religiosa de los cristianos en los estados de mayoría musulmana.

Ese Consejo Musulmán de Ancianos forma parte del esfuerzo de Abu Dhabi por promover un Islam pacífico y moderno, tal como propuso la presidenta de su parlamento, la señora Amal al Qubasi, en su intervención del jueves en la Conferencia Internacional de Paz.

Son voces de personas constructivas, como tantas otras que están interviniendo en la conferencia desde el secretario general del Consejo Mundial de las Iglesias cristianas, Olav Fykse Tveit, o el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.

Son personas cristianas y musulmanas que luchan contra el fanatismo y la manipulación del sentimiento religioso por líderes terroristas criminales. Y lo hacen en un país grande como Egipto, que tiene sus problemas pero se mueve, aunque sea con dificultades, en la dirección justa, la contraria a la Turquía de Erdogan.

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