El balear supera a Albert Ramos con autoridad en la final y logra su décimo trofeo en la tierra del Principado
En una final española, la cuarta en el Principado de Mónaco, Nadal frenó en seco el ímpetu de Albert Ramos y se impuso por 6-1 y 6-3 en una hora y 17 minutos. Y eso que la semana de Ramos ha sido para recordar y se plantó en la central sin complejos, tranquilo y con la intención de jugar a lo que jugó en las citas anteriores. Ganar a Murray, a Cilic y a Pouille son argumentos de sobra como para tener opciones serias, pero con Nadal se necesita algo más.
Rafa empezó con un problema en el ojo (le entró tierra y tuvo que pedir colirio porque no veía), y a partir de esa anécdota se puso a hacer lo que tocaba. En el primer saque de Ramos, tuvo 0-40 a su favor, pero desperdició la oportunidad. En el segundo saque de Ramos, tuvo 0-40 a su favor, y esta vez sí que aprovechó, a la segunda, la opción de tomar la delantera. Bien con el saque (cinco aces), bien al resto, bien con la derecha y bien con el revés, una presentación de manual para advertir al aspirante.
Se sentía cómodo el campeón de 14 grandes, sólido y poderoso desde el fondo. Siempre con la iniciativa, empequeñeció a Ramos, que falló demasiado y en un periquete se vio con un 6-1 en contra. Media hora transcurrió para que Nadal se acercara a su décimo mordisco en Montecarlo.
Desde Barcelona, hace ya un año, Nadal no disfrutaba de un domingo de fiesta. Todo lo bien que prometía el primer tramo de 2016 se estropeo con los problemas físicos, aparentemente olvidados en estos tiempos de esperanza.
Hubo una pizca más oposición en el segundo set, más entonado Ramos vestido de azul y consciente de que necesitaba soltar su brazo para alargar la pelea. Zurdo como Nadal, tiene un tenis de nivel, ideal para jugar en tierra y con el trofeo de Bastad 2016 como único trofeo.
Sin embargo, se desniveló demasiado pronto la balanza y la final tuvo poco de atractivo, al menos en lo que a emoción se refiere. Nadal puso la directa en el quinto juego de la segunda manga y con ese break empezó a saborear su décima alegría en Montecarlo.
En tierra batida surge lo mejor de este jugador irrepetible, y desde ya piensa en el Conde de Godó de Barcelona. Luego llegarán el Mutua Madrid Open y Roma, y al final de este trayecto espera Roland Garros. Visto lo visto, no hay mayor candidato para conquistar París. Nadal vuelve a morder.
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